lunes, 21 de enero de 2008

Revista Plus como experiencia cultural

Por Cristian Muñoz, en colaboración con David Romero[1]


Presentación

Hace casi un año iniciamos este proyecto editorial independiente, con la intención en ese entonces aún incierta de congregar prácticas y discursos con miras a dinamizar el debate en torno a la práctica artística en Concepción. La apremiante emergencia de contemporaneidad artística exigida a nuestra provincia, en parte producto de la intervención de políticas culturales que apuntaban a ese objetivo, puso en juego distintas estrategias a la hora de dar tanto con la especificidad de la escena local como con las perspectivas para inscribir a ésta en la “verdadera” lógica del arte contemporáneo. En este contexto es que decidimos articular una plataforma de discusión que abordara críticamente los procesos de construcción y consolidación de una escena, que se suponía ahora receptiva a la interacción con las problemáticas globales del arte.

En este sentido, considerando el marco de relaciones concernidas al debate, visibilidad y valor de las prácticas artísticas contemporáneas, podríamos comenzar preguntándonos por el papel que juegan las plataformas de escritura y edición dedicadas a los discursos (o voces) del arte. Más específicamente y tomando en consideración el problema de la “resistencia” concernido en esta mesa, nos preguntamos por el papel de aquellos proyectos editoriales que (re)afirman el ejercicio crítico como su estratégico eje de acción.

En primer lugar, nos acomoda efectuar nuestra propuesta acogiéndonos a la categoría de “experiencia cultural”, pues aquella filiación avala el hacer referencia a aspectos que posiblemente no satisfacen la directa explicitación de los criterios de edición y dossier que habitualmente se exige a una publicación. Pensamos que el término “experiencia cultural” nos permite referirnos a nuestro trabajo como un proceso, lo cual nos libera de describir nuestra iniciativa como algo completo y cerrado, a su vez involucrada en el mero retrato o interpretación de objetos también cerrados y completos.

Más que sostener la identidad de la revista como un medio exclusivo de enunciación teórica, nuestro deseo es resaltar su condición de proceso, el que consta de la generación de instancias de intercambio y debate que se hagan parte de la constitución de un diálogo ampliado. Consideramos que la capacidad de cohesión asociada a dichos intercambios repercute en el fortalecimiento y diversificación de los escenarios de producción artística. En este marco de reflexión y debate, se apaga la función del crítico como conciencia mediadora del conocimiento artístico para dar lugar a una práctica que hace de múltiples mediaciones el rango de interlocución válido para asentar principios cognitivos y resoluciones de carácter táctico. Si pensamos el ejercicio crítico como una operación que busca abrir caminos alternativos y de “resistencia” al enquistamiento de aquellos patrones de verosimilitud que se erigen como el orden único de lo real, antes de acometer ciegamente este desafío se hace necesario desesencializar el valor de la autoridad reflexiva, desvincularse de toda convicción asociada a la inscripción (visibilidad, repercusión, reconocimiento) como forma única de validación.

Es por ello que nos identificamos con aquellas plataformas reflexivas que procuran un dialogo transversal de definiciones, en donde la interpelación mutua propicie la anudación de una masa crítica consistente. Lo anterior supone dejar atrás la conservadora autonomía de la crítica entendida ésta como el distanciamiento necesario para elevar una conciencia vigilante y dispensadora de juicios “correctos”.

Disposición relacional, flexibilidad y autovaloración

Madurando cada vez más nuestra propuesta, hacemos explícito hoy el propósito de resaltar la emergencia de una “disposición relacional”, como clave para entender la atomización o fragmentación de lo social, y como procedimiento crítico que expande y productiviza el rango de interlocución y discusión. De acuerdo a lo anterior, creemos importante analizar los procesos artísticos desde un marco que resalte aspectos como la articulación y la participación involucrados en los procesos de gestión, producción y recepción artística. Esta disposición relacional puede ser apreciada como un atributo productivo a la hora de favorecer y fomentar una capacidad de cambio y redefinición, que responda activamente a una época en que precisamente el arte más vivo se asume privado de certezas.

Hemos intentado abordar la tarea de la publicación asimilando la envergadura y profundidad de las transformaciones que el contexto epocal ha impuesto a la institución-arte. Por una parte consideramos palpable el debilitamiento, sino el definitivo quiebre, de la interacción coordinada entre los términos característicos de la antigua institución-arte, por otro lado, verificamos que ha tenido lugar la adecuación de las instituciones culturales a la crítica neoliberal. A nuestro parecer, aquellos dos fenómenos, entre otras determinaciones, fuerzan la ampliación del terreno del trabajo artístico, siendo necesario para elaborar una respuesta a los límites del presente el convertir las propias condiciones dominantes en herramientas críticas. En tal sentido, la configuración de un nuevo pacto entre producción y recepción de obra parece exigir el abandono o readecuación de los roles tradicionales, pues de ese modo resultaría posible a cada uno de los agentes realizar una explotación intensiva de las mediaciones a fin de velar por la existencia y los efectos de la producción artística.

Se constata que la condición flexible de los roles antes propuesta replica la movilidad y la capacidad de respuesta flexible que las instituciones culturales, luego de la crítica neoliberal, demandan al trabajo artístico. Concretamente, la forma corporativista de las instituciones culturales ha hecho de la “explotación flexible” del trabajo artístico su modo principal de operación. Dicha forma de explotación consiste en valorizar y retribuir económicamente únicamente el “momento obra”, mientras se mantiene en la penumbra la serie de momentos preliminares y paralelos en los cuales el trabajo artístico invierte el más amplio despliegue de habilidades; índice fundamental de dicha transformación lo constituye el lugar preponderante que hoy ha cobrado la práctica comunicativa como parte de la gestión y autoempresarialidad del trabajo artístico.

En tal sentido, respecto a la imbricación entre un orden de cosas dado y la capacidad de respuesta crítica se podría admitir que el trabajo de edición en primer término hace parte del ámbito flexible de actividades ligadas a la autogestión y la autoempresarialidad que hoy caracteriza a la producción artística. Por ello, la edición de una revista más que replicar el lugar consagrado de la producción teórica, puede representar la evidencia expresa de que el trabajo de producción artística se ha extendido hacia nuevos territorios, absorbiendo en su quehacer labores afines con las de otros agentes clásicos, como lo fuera el teórico.

De este modo, el trabajo de edición sería un momento más de la actual gestión artística y su polivalencia característica, no obstante cabe destacar que estaríamos ante la constitución de un espacio de Autovaloración en la medida en que la gestión busca componer autónomamente un entorno de mediaciones que permitan a la producción visual existir de alguna forma y establecer nuevos pactos entre recepción y producción.

Pensamos que en función de dicha autovaloración al trabajo de edición de una revista corresponde fundamentalmente la producción de conectividad. Así, si bien es cierto se ha admitido que el trabajo de edición puede ser interpretado como parte de la flexibilización de los roles dentro del universo recompuesto de la institución-arte, es necesario precisar que la producción de conexiones asociada al esfuerzo editorial pretende ser parte de una disposición crítica en una doble y particular acepción de aquel último término. El trabajo editorial, como alternativa para subsanar, o más bien moverse en la crisis, se encontraría asociado a la crítica de la tradición moderna, puesto que nuestro propósito de robustecer el lugar de la práctica artística aparece indisolublemente enlazado con el establecimiento de nuevos pactos entre recepción y producción. Además, la conectividad propiciada por el medio editorial emprendería un trabajo de crítica, entendida ésta como indeterminación, ya que en la publicación se verificaría la mutua implicancia entre las conexiones requeridas para la generación de objetos y aquellos planos de relaciones que son posibles a partir de los propios objetos, lo cual inscribe la mutación y expansión como propiedad de la práctica artística.

No podemos ocultar que el rendimiento crítico que le atribuimos al espacio relacional que el medio instaura, se enfrenta al muy prominente perfil práctico que manifiesta la publicación, lo que ocasiona una interesante paradoja. En tal sentido, a nuestro parecer, una revista innegablemente se erige como una mediación en lo relativo al asentamiento de la visibilidad y legitimidad de determinado núcleo de producción artística. Igualmente, una propuesta editorial tiene cabida junto a otras experiencias de articulación que se orientan al logro de una tasa mínima de infraestructura, en todas las cuales se visualiza la operación de mecanismos que disponen el estado público de una determinada producción artística, la puesta en común de un cuerpo de conceptos y comprensiones. Cabe decir que consideramos sostenible dicha paradoja, ya que al contravenir el principio de objetividad describiendo el trabajo de edición en términos de compromiso, se intenta apelar a la criticidad de un gesto que hace explícitas las determinaciones y funciones del trabajo editorial, lo cual a su vez rompe con el ideario que define la producción artística como un espacio cerrado, especifico y autosuficiente. Desde la aclaración de los servicios y favores que presta la publicación a la consolidación de una escena local de producción visual pretendemos hacer un explícito reconocimiento de que la efectiva existencia de una escena precisa de toda clase de mediaciones para alcanzar un estado de asimilación pública. Sin embargo, en último término, albergamos la expectativa de que aquel proceso de socialización albergue un atributo crítico vinculado a la conformación de una dimensión pública cuya principal característica sea la interacción, es decir una esfera pública efectiva.

De acuerdo a lo anterior, concebimos que la generación de articulaciones y conexiones se conjuga con una preocupación que indaga y en cierta forma explicita, la forma pública de constitución de las comprensiones en torno a lo artístico; una preocupación que permite visibilizar las formas públicas de constitución del sentido de lo artístico.

La edición de una revista corresponde a un gesto que aspira a inducir cierta colectividad de comprensiones, luego su existencia hace patente un fenómeno de interdependencia, en el cual lo que se designa como objeto de arte resulta ser parte de un proceso por el cual la evidencia del objeto, objeto arte, y la de práctica artística, no son independientes de las elaboraciones y concepciones que resultan de una preocupación colectiva. Dicho de otro modo, la revista media en aquella colectividad interesada en la generación de cierto tipo de objetos, pero también en la mantención de una interacción y coordinación que no es separable de éstos.

Contra la “resistencia” entendida en términos de confinamiento y marginalidad: práctica instituyente y auto-institución.

Dentro del modelo de interactividad y conectividad, la revista dispone la constitución de un dominio público a través de mecanismos que hacen posible la puesta en común de conceptos, pero a su vez insistentemente procura conservar la connotación de apertura que tiene dicho ámbito público, esto a la manera de una auto-institución explícita, pues la interacción y sus efectos se exponen frente a la mirada de testigos, los que pueden convertirse en participantes. Un proceso como el antes descrito representa la contraparte de la restringida comunidad de participación e interacción que tienen lugar en torno a las formas tradicionales de producción artística. Luego, las nociones de conexión e interacción que se asocian con la actual práctica artística y, según nuestra perspectiva, con el trabajo editorial, se cargan de un propósito de reparación: reparación o reorganización general del sistema arte; reparación de la colectividad o el espacio público de lo artístico; reparación del espacio público desde lo artístico.

Según nuestro proceder y parecer, lo artístico resulta ser especialmente dependiente de procesos colectivos, procesos de asociatividad y sociabilización, en los que se pacta, la que podemos llamar, “institución imaginaria del arte”. Pensamos la revista como un proceso de interacción compleja, el cual manifiesta que lejos de estabilizarse, el sentido de las obras y a su vez de modo general el sentido de lo artístico, se encuentran en una generación constante. De acuerdo a la idea de “institución imaginaria”, que nos sirve como referencia, la experiencia de los acuerdos y la apropiación intersubjetiva se apartarían de formas sistematizadas o administradas de consenso, ya que el acuerdo provisional en torno al sentido de obras específicas, y en torno al sentido del arte, asoma como producto de actos y espacios de participación que se mantienen abiertos.

Por último, acotamos nuestra predisposición a reconocer la revista como un órgano para el ejercicio relacional recurriendo al muy en boga apelativo de lo “contemporáneo”. Si bien se discute si el calificativo contemporáneo dota de alguna propiedad positiva a la práctica artística que designa, precisamente empleando el camino de la etimología que la misma crítica del concepto emplea podemos indicar dos de sus acepciones para extraer algunas conclusiones: “1. adj. Existente en el mismo tiempo que otra persona o cosa. 2. adj. Perteneciente o relativo al tiempo o época en que se vive”.

De acuerdo a lo anterior, sin obviar el plano de indefinición asociado a la noción de contemporaneidad que la crítica del concepto comúnmente destaca, podemos ver que aquel término implica una cierta conjunción de cosas o personas. Luego, sobre la base de la conjunción indicada sería posible insistir en lo que a la generación de relaciones como tema y práctica respecta. Es decir, el adjetivo contemporáneo hace posible enfatizar el abandono de las proposiciones a priori sobre el sentido de lo artístico para promover experiencias relacionales que tendrían un papel clave en la producción del fenómeno artístico y su sentido. De este modo, lo contemporáneo, dentro de cuyo ámbito situamos la actividad de la revista, conduce a destacar y poner en valor la pertinencia de una disposición relacional, en la que queda profundamente implicada la alternativa de producir la visibilidad y legitimidad de la experiencia y del discurso estético. En tal caso, hablamos de la puesta en común, pero desde un plano inicial de confrontación e intercambio, que interrumpiría la inclinación a adoptar posiciones cerradas de tono esencialista. Puesta en común que permanece abierta, visible, convocando e incitando a nuevas participaciones e intervenciones, estableciendo un paralelo con la discusión en torno a la problemática de la identidad, la cual hoy se concibe como producto de un proceso relacional y por tanto abierto, la producción o redefinición del sentido y la identidad de lo artístico no estarían ajenas a la necesidad de obedecer a la determinación de un campo de interacciones, que condiciona su carácter dinámico y abierto.

Concluimos entonces, reafirmando la necesidad de desprenderse de aquella concepción del trabajo crítico que asimila la escritura e investigación artística como tareas “exteriores” a las prácticas concretas de simbolización y subjetivación. Contrariamente a esta última posición, lo que pretendemos con nuestra revista es articular una trama de relaciones en donde la anudación de los discursos sea consecuencia de un trabajo asociado, agenciado. Más interesante que la “teoría de la experiencia”, es la experiencia alcanzada en la aproximación a un procedimiento crítico que se sostiene en el rendimiento generado por los procesos de asociación, esto es, cuando la conciencia de las mediaciones deviene en una estrategia política que busca desarticular e intervenir el valor cerrado y estandarizado del objeto-obra, objeto-artista, objeto-crítico, abriendo de este modo nuevas posibilidades de lectura.



[1] El siguiente texto fue leído en el coloquio “Microutopías/estados del arte chileno contemporáneo”, Santiago de Chile, septiembre 2007. El equipo editorial de Revista Plus lo integran Alejandro Delgado, Claudio Bernal, Luis Almendra, Cristian Muñoz, David Romero.

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