domingo, 5 de octubre de 2008

Con la contradicción… en ciernes

por Verónica Maggi

Quizás algo reaccionarios. Pero más que esto, “alternativos”. Entre… anárquicos y apostólicos. Muchos, inconformistas. O incluso, con resignación curiosa. Por lógica, berrinche o entrega, todos azuzando la costumbre cada vez que se puede. Sugestionados con esta idea de grandeza que encierra la mueca, con esto de ridiculizar con presunta antipatía y elegancia la mano que sostiene la obra y que la rotula arte… y que la lleva cual gloria por lugares anquilosados, grandes, casi colosales pero al mismo tiempo desconsoladamente mezquinos. Sugestionados, quizás, con la idea que tras esto hay una actitud política… o algo parecido a ello.

Entre casa y galería, el espacio Casa13 es un fragmento, un paréntesis temporal, una especie de agujero negro donde fácticamente se puede poner a prueba mucho de los discursos que reifican todo lo que se dice a, ante, bajo, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, sobre, tras el arte y sus prácticas cordobesas contemporáneas.

No es un lugar destinado a los discursos, no es una tierra reservada a la obra de arte. Es un lugar, para leer gestos, una especie de detector de mentiras, que no acusa pero descubre. Donde lo que habilita es el modo de hacer, no la forma hecha.
Sutil diferencia que marca más de lo presumible. Que muchos confunden, quizás porque el espacio es hoy institución.

(Hablar de la Casa. Sí, es esto y un poco más. Pensando hoy sobre qué quiso hacer Aníbal con esto de los cruces y cómo se vienen dando ellos, lo que me queda claro, esa esencia sin forma del todo definida que tiene la Casa; y que, invariablemente, se traduce también en los cruces.

Sí… sin dudas, hablar de los cruces, es hablar de la Casa.


Ahora, lo que me rompe la cabeza es esta figura de artista-curador. Pero qué puedo decir yo que no soy nada de todo lo que hago sobre el rol de un curador, o sobre el rol de un artista... o incluso, sobre la Casa misma, cuando hace poco que estoy en ella y me siento de a ratos una ocupa, que irrumpe en una continuidad de la cual desconoce sus orígenes, pero los siente a gusto. Tan a gusto que prefiere poner casa13 y no Casa 13. Sólo me queda moverme confiando en el instinto y las ganas. Siendo como diría Pablo, con sarcasmo estudiado: “tan básica”.)

Una institución aún algo rara, es cierto, que habla de cruces entre artistas a los que no se les exige obra, sino un arbitraje. Una decisión. Artistas que deciden qué tipos de artistas van con la “idea” de la Casa.

Una idea que salta incomprendida en el mismo momento, que se prioriza obra a diálogo. O donde la “intervención del espacio expositivo de la Casa” se resume a clavar en la pared un trabajo realizado de antemano para otra situación. O cuando los espacios de la Casa: comedor, living, cocina, patio, baño son obstruidos, inutilizables por la “obra del artista”, en la desestimación total de los que seguimos usando el lugar, el resto de los días, obra que puede ser de lo más bella, pero no pega con la “idea” de la Casa.




La Casa se interviene, no se invade, ni se usa de manera despreocupada. Es una intervención que a veces, incluso, ni mucha “materialidad” requiere.

(Y aquí no puedo evitar recalcar el valor, tal vez desmedido, que le doy a los gestos… es el mailing, o esas ganas por hacer, o el estar abierto al diálogo, o el relacionarse con todos, sin importar la jerarquía.


Sí, sé que no doy tregua con esto. Pero es a partir de estos momentos primeros, donde uno ya sabe a qué tipo de “cruces” pertenece el artista. Luego viene el otro rollo… ¿dejar todo librado al azar, o intervenir? ¿Hacerlo sutilmente o de manera palpable?

Y a veces entre este devaneo, el asombro que crece ante la ninguna pregunta de nadie por su contraparte. O incluso el desconcierto, cuando el cruce se da con la Casa, o el pasmo absoluto cuando los artistas tan sólo se limitan a relacionarse con el “dueño”, dando por tierra parte de los motivos por los cuales ellos y no otros, fueron invitados a curar en el espacio.)

En la Casa intervenida se despliegan modos y formas regidas por la experimentación. Lo conciliador, oportuno, el modelito probado que funciona como comodín en cualquier espacio, acusa una dolorosa contaminación.


La flexibilidad ha sido el elemento en el cual nos centramos para convocar a los artistas-curadores invitados este año. En el camino, algunos entendieron que ductilidad era complacencia, y otros quizás la confundieron con obediencia solapada.

En cualquier de los casos las muestras que se llevan a cabo en la Casa dan cuenta de decisiones y prácticas que priorizan el intercambio de maneras, de modos. Todos incompletos, inacabados y en constante mutación.

(
Creo que la Casa se construye como nos construimos todos: siempre dispuestos a demoler las partes que las urgencias lo requieran. Es que sólo nos rige un manojo incompleto de incertidumbres. Y las leyes, las cositas tan bien cerradas y conclusas, sólo sirven en la medida que uno pueda quebrarlas, abrirlas


Limitarnos a dar pistas. Pistas que sean rastros de otras señas. Particularidades que quizás otros tejan con otros hilos, para luego volver a armar otra madeja.)


Verónica Maggi
Julio y Septiembre de 2008
Unquillo, Córdoba, Argentina

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