miércoles, 23 de abril de 2008

Acción desde el fondo ( = Fondart / Posibilidad)

Cristian Muñoz

Comentario derivado de la conversación de ACA con Claudia Toro y los textos Breve Mirada al Fondart (Samuel Toro) y Estrategia de Resistencia Imposible (Jorge Sepúlveda).


Ciertamente son más que suficientes los análisis relativos a los defectos y la perfectibilidad del sistema de financiamiento público (Fondart), lo cual implica aceptar igualmente la evaluación que señala que el Fondo se ha convertido en motivo privilegiado de atención en el medio nacional de producción artística. Luego, puede ser necesario conservar el foco, pero convirtiéndolo en plano de intervención práctica, lo cual requiere pensar cómo actuar desde el fondo y sobre el fondo.

Se abre una nueva dimensión del asunto, que permite insistir en la discusión-práctica, si se comprende que las intervenciones relativas al análisis del Fondart no se desligan del conflicto asociado a la inexistencia de un lineamiento expresado como política pública de cultura, cuestión que a su vez compromete la discusión en torno a la necesidad o no de dicha política. Se vería entonces que la posibilidad de intervenir sobre los esquemas de la administración y la gestión pública por medio de indicaciones o sugerencia pertinentes, o mejor aun colectivamente consensuadas, encuentra difícilmente asidero en la maquinaria pública, ya que ella, precisamente al concentrarse en el mejoramiento de la administración de los fondos defiende una cualidad neutral, la que supuestamente coloca resguardos ante cualquier propensión intervencionista gubernamental.

Por tal motivo la perfectibilidad del fondo, asunto típico de los análisis, no parece ser cosa que se resuelva por la vía del comentario o la asesoría. En tal sentido, antes o junto a toda enunciación argumentativa a tono de sugerencia, es necesario operar en el terreno mismo del conflicto, desde los fondos, realizando en ellos una estratégica apropiación.

¿Lo que se enuncia donde encontrará su efectuación? Ciertamente no en un afuera ideal desprendido de la determinación institucional, sino en la ambivalencia de una implicación pragmática con la forma actual de los fondos, que permita en sí misma la emergencia, la constitución y la realización de enunciados críticos, o bien preservar la autonomía, legitimar y validar los enunciados y las posibilidades propias de los agenciamientos colectivos. Para ello parece indicado soslayar la tentación de ver la asimilación por parte del aparato administrativo de cultura como vía exclusiva de la efectuación de las alternativas vislumbradas por la articulación de la reflexión y la experiencia de los agentes vinculados a al producción artística visual, sus pliegos de proposiciones, advertencias y quejas. Parece ser necesario conjugar estrategia y pragmatismo para en primera instancia convertir el Fondart en un plano efectivo de intervención. En ese plano sería posible hacer cabida a lo político, primeramente como acción, respondiendo a un contexto en el cual cabe dudar de la posibilidad de que los análisis se concreten en la política, así como también corresponde desconfiar de las formas que cobrarían las aperturas e innovaciones sugeridas al concretarse en los canales del aparato de gobierno.

Se debe tener en consideración que desde la propia administración del consejo se ha convocado a la participación, a la intervención organizada de los productores culturales, para desplegar recomendaciones con miras al mejoramiento de la administración del fondo. Sin obviar, ese plano de articulación de la demanda, antes de darse a un extenso trámite que prefigura la intervención de conciencias y voluntades, y una expresión que se quiere se transfigure en política a un nivel macro, podríamos atender a la política, la innovación, que puede tener lugar asumiendo la forma actual de los fondos como condición de posibilidad.

Esa posibilidad estaría dada pues la modalidad de los proyectos ha exigido a la producción artística compenetrarse con mecanismos de la gestión y con protocolos administrativos, que supuestamente procuran la gestión eficiente del apoyo público, mas junto con ello, debido a la indulgencia tácita de los agentes, extrañamente se ha persistido en una comprensión muy limitada del trabajo artístico, la que privilegia la acepción de creación. Allí estaría el obstáculo para una inversión política de los proyectos, pues Identificando a la creación con la práctica artística individual, queda hasta cierto punto invisibilizada la gestión participativa y mancomunada que se incorpora hoy a la existencia de múltiples iniciativas artísticas y las propuestas puntuales que ellas sostienen. La noción de creación y creador que subiste junto a aquel remozado sistema administrativo ha propiciado el encubrimiento de la cualidad productiva específica de la práctica cultural, la que reúne e integra diversos recursos, facultades, esfuerzo y trabajos para asegurar la emergencia de aquella potencia renovadora con la cual valga caracterizar todavía a la práctica artística y cultural.

La invisibilidad de la multiplicidad y diversidad del trabajo que ocasiona la figura y la idea del creador ha permitido que la gestión pública de cultura se erija como paradigma del funcionamiento eficiente, ya que entre trabajos que no se asumen ni valoran como tales, y esfuerzos y colaboraciones que no son visibilizados ni cuantificados, el financiamiento público realiza una proporción prodigiosa entre gasto y productividad.

Ahora, si bien no hablamos de situarse por fuera de los aparatos y procedimientos de financiamiento que hoy configuran la determinación institucional en nuestro medio, sería posible operar de forma tal que se tribute al incentivo a una concepción de la práctica artística más cercana a las situaciones de interdependencia e interacción que hoy podemos identificar como parte fundamental de la práctica artística y la producción cultural más claramente enfocada al logro de su autonomía crítica y su validación social.

Desde los proyecto mismos, cabe reforzar la orientación a constituir plataformas asociativas que a su vez predispongan formas de asociatividad, que pongan en contacto experiencias y saberes, y para precisamente forzar la emergencia de nuevos territorios de experiencia.

Sería indispensable perseguir abrir una brecha en la tendencia de los proyectos seleccionados por el financiamiento público, asentando desde las postulaciones un lineamiento contundente que de cuenta de una producción cultural que tiene rango de agencia. Cabría validar la noción de producción, a contrapelo del idealismo estético, renunciando al discurso que insiste en la especificidad del trabajo artístico (discurso de la creación), para lograr dar cuenta explícita del espectro múltiple de recursos y esfuerzos que éste hoy comprende. La práctica artística sería producción en tanto integrar trabajos, amplia los horizontes del mismo, y asimila además facultades, hoy reconocidas en la generalidad de la producción, las que son dedicadas a la resolución de la gestión, la comunicación y la interdependencia que suscitan y demandan los proyectos. En tal sentido, el número y la diversidad de la colaboraciones que intervienen en la elaboración y desarrollo de proyectos-propuestas, permite realzar la marca de ese ampliarse y des-identificarse que podría representar la rutina actual del trabajo artístico.

Parece necesario someterse a la ambivalencia de una inmersión en las formas contemporáneas de la producción y el trabajo, buscando desde allí contribuir a poner en valor una concepción más interactiva y colaborativa de la producción y la práctica artística. Así, la forma de una gestión mancomunada y participativa a su vez asociada a propuestas que se desarrollan sobre la base de nexos extendidos, permitirá conceder estatus y valor al trabajo de producción cultural y conjuntamente transformar las propiedades corrientes de la generalidad de la producción contemporánea en condiciones para que la práctica artística líe la generación de innovación y la de esfera pública.

El trabajo de coordinación y en coordinación que capitaliza de forma específica la muy generalizada noción de gestión haría posible una permanente renovación de los márgenes de la práctica artística. Igualmente, la actuación coordinada representaría un poder constituyente, pues la articulación contingente muestra la emergencia de una política que salva y excede la muy comentada carencia de un lineamiento público en el ámbito de la cultura.

Finalmente, dado que estamos frente a un universo de prácticas de gobierno que operan desde la convicción de que la mejor política (cultural) es la carencia de política, la alternativa política de los productores no pude concentrarse o limitarse en la demanda que espera convertirse en normativa oficial.

Si se trata de preservar la eficiencia crítica del enunciado, que articula y articulan las bases, se debe insistir en que su sitio es propiamente el sitio agenciado de elaboración y desarrollo de propuestas, antes que la conciencia que puja por la reconfiguración de la normativa. Por otra parte si se tiene en mente el propósito de escapar a la gratuidad con que se ofrece el trabajo de los agentes, se puede considerar que la gestión mancomunada, con múltiples y visibles intervinientes, es también principio de una más exacta y ecuánime valorización económica del trabajo asociado a la producción cultural.

Links relacionados:

http://www.samueltoro.blogspot.com/

http://www.curatoriaforense.net/?p=186

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