martes, 29 de enero de 2008

Formas cooperativas del trabajo artístico

El colectivo República Portátil

Por Andres Moreno Nail

A principios del año 2002 se constituyó, en la ciudad de Concepción, un numeroso colectivo multidisciplinario que operó básicamente desde la Facultad de Arquitectura, Construcción y Diseño de la Universidad del Bío-Bío, lugar desde el que procedían la mayoría de sus integrantes. Dicho colectivo realizó una serie de presentaciones en vivo en las que se encontraban asociados elementos de las artes musicales, visuales, escénicas y arquitectónicas. El punto culmine de esta serie lo situó una presentación que realizamos el año 2003 en el foro de la Universidad de Concepción, en la que se intervino el espacio del foro con una estructura parásita compuesta de andamios y telones sobre la que se instaló un espectáculo de música electrónica junto con proyecciones de vídeo e imágenes fijas con una alta convocatoria de público. Ese mismo año, junto a un grupo proveniente de este conglomerado inicial, ejecutamos el proyecto “Concepción a 6 cm”, acción en la que desarrollamos varios trabajos paralelos, muchos de ellos incluso todavía inéditos, y que nos permitió, por ejemplo, seguir ahondando en el tema de elementos efímeros capaces de configurar el espacio urbano a la manera en la que lo hace la arquitectura tradicional. También desarrollamos cuestiones que tenían que ver con acciones dentro del espacio urbano, en específico, el tema del recorrido, caminatas dentro del espacio de la ciudad llevando a cabo construcciones simbólicas del espacio, a la manera de alegorías de una modificación del paisaje, jugando a inventar un nuevo mito para la ciudad.

El grupo entró en una suerte de receso, hasta que en el verano pasado emprendimos, junto a una compañía de teatro, la producción de la obra “Teleplaza”.


Teleplaza-Arauco

“Teleplaza”, fue un montaje transmedial realizado en la Plaza de Armas de la ciudad de Arauco los días 8 y 9 de febrero de 2007, y partió concibiéndose como un montaje en el que se planteó desde un principio un cuestionamiento a los medios de comunicación masiva. Dentro de esta línea acudía una idea que consistía en subvertir de alguna forma el medio utilizado (el medio audiovisual) para problematizar los mensajes que nos llegan a través de dichos medios. Dentro de este proceso pretendíamos apuntar a la fragilidad del discurso mediático en el sentido de su cimiento en un sistema de registro que es tomado como fiel reflejo de la realidad, llegando, incluso, a ser confundido con la realidad misma.

Un elemento interesante del montaje era la intención de borrar el límite que existe entre el proceso de una obra, (su construcción) y el producto terminado, generando una performance contínua en la plaza de Arauco, evidenciando al público todo nuestro actuar como artistas en pleno “procedimiento creativo”. Si entendemos el procedimiento creativo como el hecho de poner en ejecución una acción precedida de ciertas actividades previamente ejecutadas, que en conjunto forman parte de un plan estratégico de la obra, la operación en Arauco fue muy didáctica en el sentido en que nos hizo entender a nosotros mismos este funcionamiento desde un punto de vista experiencial y experimental, y nos hizo concientes de las implicancias contenidas en la situación de un verdadero work in progress en el que lo verdaderamente importante no es el resultado de la obra, sino hacer evidente el camino que se recorre para lograr este resultado, aparentemente final.

Expo-plaza

Nuestro ejercicio en “Teleplaza” decantó en una presentación performática y escénica que fue capturada en vídeo. Estos vídeos son los que, en una primera instancia, formaron parte de la muestra “Expo plaza: post scriptum y pre texto” en la sala de exposiciones de la Universidad del Bío-Bío, en agosto de este año. Además de esta video-instalación se realizaron una serie de actos performáticos consistentes en entrevistas a los transeúntes que circulaban en las inmediaciones de la sala, los que eran abordados por una cámara y un micrófono, realizándose con este material, una actualización casi diaria de los vídeos en exhibición dentro de la sala durante las tres semanas que duró la exposición.

La propuesta de expo-plaza nos permitió reflexionar en el tema de la ciudad en general y del espacio público en particular, ligado a una temática que tiene que ver con la virtualización que se despliega en nuestra cultura y, por cierto, en nuestras ciudades contemporáneas. El espacio urbano de las tecnologías de la información y de las comunicaciones, ha venido ciertamente a casi borrar de un plumazo todos los conceptos y los sistemas de análisis y comprensión con los que hasta hace poco contábamos para entender nuestras ciudades. Este tipo de trabajos se instalan dentro de una cierta vanguardia con respecto a nuevas formas de entender nuestro entorno urbano y nos permiten sacar conclusiones que se van traduciendo en un “corpus” investigativo con respecto a nuestras ciudades.

RP: Sin título

El pasado 22 de octubre, en la sala del Centro Cultural Alianza Francesa, el colectivo República Portátil realizó la obra “República Portátil: sin título”, una obra inaugural y un homenaje al escritor y cineasta francés Guy Debord. Además se presentó la obra “Con la comida no se juega” una performance culinaria en donde el público asistente fue activo participante de la, entre comillas, “exhibición”. Agregado a esto se presentó una banda en vivo que junto a una compañía de teatro físico configuró una acción de arte multidisciplinaria en la que todos estos actos se desarrollaron al unísono.

Si hacemos un poco de historia y nos situamos a principios del siglo XX, nos encontramos con las vanguardias artísticas que comenzaron una búsqueda del anti-arte, tratando de desligarse de la objetualidad, de la obra de arte como fetiche de mercado en una naciente sociedad capitalista. Esta búsqueda los llevó a una postura en donde el arte entró en un acercamiento casi total con lo cotidiano, haciendo efectiva la máxima duchampiana en la cual “el arte es la vida y la vida es arte”. Poco tiempo después la teatralidad en la ejecución de las pinturas de Jackson Pollock fue bautizada como “Action Painting” y generaría una línea desde el expresionismo abstracto americano hacia el surgimiento del Performance Art.

Es al artista estadounidense Allan Kaprow a quien se señala como el padre de los “happenings”, quien en 1959 llamó de esta forma a una serie de actividades desarrolladas por artistas norteamericanos y europeos que consideraban que el arte no podía desligarse de la vida y que el espectador debía entrar a formar parte de la obra de arte. Fue él quien denominó a sus particulares acciones como “enviroments”, una palabra inglesa que significa “ambiente”. En la obra “República Portátil: Sin título”, intentamos desarrollar un ambiente de alguna forma cercano a lo doméstico-cotidiano, intentando, con pleno éxito diría yo, involucrar al público asistente en el desarrollo de una obra que consistió en nada más que comer sobre un plato, el que luego de quedar manchado con el alimento fue adherido al muro de la sala con un engrudo cocido sobre el fuego de la misma cocina dispuesta para preparar la comida con la que el público construyó la obra.

Epílogo

El arte es vida, decía Marcel Duchamp, y la vida (cotidiana) es política para nosotros.

Para mí la política es interacción social para la coordinación conductual. Cada vez que uno interactúa con el otro, cada vez que uno de nosotros se coordina conductualmente para obtener cualquier cosa, ya sea de forma simple como conseguir un kilo de pan o de manera más compleja como la desarticulación de un gobierno anti-democrático, estamos en presencia de actos políticos.

Para Francesco Careri la arquitectura es la modificación del espacio. Simple definición, algo vaga podría decir alguien, pero me parece que ése es justamente su valor en el sentido en que da pie al ejercicio político en la vereda de un oficio que desde un principio se plantea tal vez el objetivo mas político de todos, el habitar del hombre. Así, el colectivo italiano Stalker, del que Careri es tal vez el más prolífico de sus teóricos, interviene un gigantesco conjunto habitacional en las afueras de Roma con un canal de televisión. Para Careri esto es arquitectura, dado que este canal de televisión (por cierto) es capaz de modificar el espacio habitable dentro del conjunto residencial de Corviale. Lo interesante de este ejemplo es que esta intervención fue pensada como una obra de arte con una sólida componente política.

En palabras de Cory Doctorow:


“El tema de los últimos veinte años ha sido la tecnología. El de los próximos veinte es la política. Todo consiste en darse cuenta de que los problemas realmente difíciles --la libertad de expresión, el copyright, la legitimidad legal, las redes sociales -- pueden tener dimensiones técnicas, pero no son problemas técnicos. El tema de los próximos veinte años es el uso de la tecnología para afirmar, negar y reescribir nuestros contratos sociales: todas las visiones grandiosas de democracia electrónica, acceso universal al conocimiento humano y (Dios nos guarde) la Web Semántica dependen de cambios legales y políticos, de los elementos pegajosos y no-cuantificables del mundo. No podemos resolverlos con tecnología: lo más que podemos esperar es usar la tecnología para fomentar las interacciones humanas que los resolverán”. [1]

El colectivo República Portátil ha estado experimentado desde hace ya algún tiempo con las nuevas tecnologías y creemos que estos instrumentos son una poderosa herramienta al servicio de esta facilitación para la resolución de nuestros problemas sociales. Nos hemos propuesto establecer un “link” entre aquel mundo virtual y ultratecnológico y éste, en el que nos encontramos ahora y en el que podemos, en la medida en que así queramos, hablar cara a cara para luego, trabajar codo a codo.

En el ejercicio de expo-plaza, nos aproximamos con una cámara y un micrófono al habitante anónimo, al transeúnte que camina por las calles de la ciudad. Durante tres semanas realizamos acciones efímeras en el espacio público de nuestra ciudad, cuyo único residuo fueron los trazos de un acontecimiento que no dejó rastro, como las huellas en la arena o como el surco de un bote en el agua. Es la huella de lo nómada, una cicatriz que se fija sólo en la memoria del acto.

Ignasi de Solá-Morales en uno de sus textos desliza la idea de un paso desde el nomadismo al erotismo. Pienso que el hecho de ir tras este personaje anónimo de las calles es un signo de la muy contemporánea inquietud de salir a re-conocerse en el otro, en este pasajero efímero que transita por nuestro espacio público, cuestión que, podría muy bien, ser una explicación a este enigma inventado por el arquitecto catalán. Deleuze y Guattari explican el fenómeno nómada y dicen que el espacio nómada es liso, y que solo esta marcado por “trazos” que se borran y se desplazan con el trayecto y que el nómada sería aquel que ocupa, habita y posee este territorio, distribuyéndose de manera no compartimentada sobre este espacio de la inestabilidad.

Es desde aquí entonces, en donde el colectivo República Portátil se ha propuesto iniciar el camino hacia el erotismo, en una sociedad en la que las estructuras de poder se encargan de reprimir el deseo, decodificando su flujo natural para reconducirlo según sus propios y mezquinos intereses. Esta intensa atracción estaría personificada en el otro, en este habitante anónimo, que solo deja “trazos” en el espacio liso de la ciudad, trazos que, gracias al auxilio de la “memoria tecnológica”, pueden ser capturados y fijados en el disco duro de nuestra máquina deseante para, con esta información, generar una línea de fuga creadora, capaz de desmantelar a la máquina represora y lograr el retorno al cauce natural del deseo y aproximarnos así al utópico homo-eróticus de Solá-Morales, el más político de los hombres.

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