martes, 22 de junio de 2010

La crítica desde la relacionalidad. Formas de autoorganización y entrelazamiento en el ámbito del arte latinoamericano

Cristián Muñoz B.


¿De qué modo las formas de autoorganización y entrelazamiento en el ámbito del arte latinoamericano actual, plantean alternativas al mantenimiento de una capacidad crítica, y a su vez de qué forma ellas re-cualifican y re-definen tal capacidad?
Dichas preguntas exponen una preocupación ante el corriente desistimiento crítico, cínico o escéptico, que permite el desarrollo continuado de un presente sin trastornos; el que tiene su expresión específica a nivel del funcionamiento del llamado “circuito internacional del arte contemporáneo”, como único mundo posible.
Constatamos el cierre de las perspectivas del disenso ocasionado por el colapso de procedimientos instalados por la modernidad crítica; luego, ¿Cómo enfocar a una redefinición de la crítica de cara a las advertencias que señalan la relativa obsolescencia de la conciencia irónica que correspondiera al procedimiento privilegiado para ejercer la crítica de la representación? Ante esa evidencia inquirimos si es posible apreciar los ejercicios de autoorganización, en sus diversas formas y alcances, en sus atributos de movilidad y provisionalidad, como apuestas críticas que exceden las operaciones de develamiento en el lenguaje y que además asumen una postura post-representacional; o bien ¿Se trata de una crítica de la representación a través de la emergencia de experimentos organizativos y asociativos productores de subejtividad y de mundo; productores de instituciones irregulares, y por ello densamente impregnados de contingencia?

Asimismo, advertimos el atolladero que hoy constituye cierta subsistencia de una idea de crítica que impone como prerrequisito de su funcionamiento la definición de unos horizontes bien precisos. Por tal razón, parece preciso atender a señalar qué participación tiene la indeterminación en la redefinición de la capacidad crítica; es decir, ¿De qué modo crítica, diferencia y disenso, se vinculan con escenarios que permiten la apertura de posibilidades de acción, con ciertos potenciales, potenciales de creación y efectuación? Vinculando la capacidad crítica a diversos espacios de relaciones y articulaciones -descentrados, horizontales, ajenos a la lógica causal-, se concede notoriedad a las complejidades y ambivalencias que están presentes en la emergencia de una función crítica que vemos tomar marcadamente la forma de prácticas y acciones despojadas de rasgos trascendentales.

Ante las diversas formas de contacto y vinculación entre agentes artísticos emergentes en el medio latinoamericano, que van desde experimentos situados de autoorganización hasta su entrelazamiento en redes que traspasan fronteras geográficas, resulta necesario indagar de qué modo esos diversos fenómenos demandan redefinir el concepto de la crítica atendiendo especialmente a la diversidad o diferencia que se congrega en organizaciones y redes, y conjuntamente a la diferencia que ellas articulan, es decir hacen emerger. En tal sentido ¿Son las formas de autoorganización y entrelazamiento contenedoras de una potencia crítica asociada a su capacidad de producir diferencia -significados, sentidos e institución en torno a las prácticas artísticas- al tiempo en que se mantiene viva la tensión respecto de las potencias que han hecho posible la “institución” de esa diferencia?

Es preciso considerar la notoria difusión de teorías relativas a prácticas de tipo relacional o colaborativo. Al menos dos textos han tenido significativa difusión: “Estética Relacional de Nicolás Bourriaud y “Estética de la Emergencia”, de Reinaldo Laddaga. Entre dichos textos existen diferencias significativas: “Estética de la emergencia” pone atención a prácticas que suponen espacios de implicación significativamente más complejos que aquellos registrados por la estética relacional. Por su parte, la “Estética Relacional” parece reiterar una idea de inmediatez, de ruptura de la esfera arte, que fuera propia de planes de vanguardia. Pero, en término generales, ninguno de los textos señalados resulta plenamente adecuado para analizar los procesos relacionales que se desarrollan entre agentes artísticos del ámbito latinoamericano, ya que ellos suponen la aparición de situaciones de contacto, de ampliación de las posibilidades de acción, así como el desarrollo de sociedades experimentales, pero sin romper de forma taxativa cierto compartimiento específico que podemos reconocer aún como institución arte. Diremos que no se trata de la aplicación directa de las herramientas del arte en una reparación, más o menos inmediata, del lazo social, plenamente desprendida de la preocupación por el marco institucional de la práctica artística, que parece ser la propuesta de Estética de la Emergencia; tampoco es el arte abocado a restituir la inmediatez a los vínculos que sugiere inevitablemente la Estética Relacional. De tal forma, defenderemos la necesidad de desarrollar un análisis de doble foco que preste atención a la densidad de la relacionalidad suscitada entre agentes artísticos del medio latinoamericano, y que por lo tanto admita la componente institucional de esos vínculos, la que es tanto parte del trasfondo de las relaciones como también su producto.

La crítica como la cualidad productiva de la relacionalidad entre agentes artísticos

Indeterminación. Sugerimos la necesidad de redefinir la crítica colocándola como el resultado, producto diferencial emergente, de aquellas iniciativas relacionales que acontecen desde hace algunos años a la fecha en el contexto latinoamericano. Las formas de autoorganización y esquemas de entrelazamiento generarían conexiones, y desconexiones, entre agentes pertenecientes al campo del arte, que representan alternativas de cooperación e intercambio, que serían condición para una ampliación de unas posibilidades de acción de dichos agentes. Así, la crítica dejaría de ser entendida como perteneciente a una entidad y pasaría a depender de una capacidad de actuar, compartida, producto de articulaciones. En esa condiciones, afín a la posición de Ticio Escobar, quien coloca lo periférico y lo subalterno como modelo de identidades en proceso activo de hibridación o en las fronteras de la fijación de sentido (identidades en devenir, identidades post-identitarias), las “identidades” producto de las iniciativas relacionales correspondería a una diferencia que estaría en condiciones de salvar su espectacularización y su devenir transable; es decir, identidad como instituciones, organizaciones y sentidos que se constituyen, diferencia que se genera, legítima y autovalora en condiciones de interacción e intercambio.

Dados los diversos procesos de coordinación, intercambio y colaboración, la crítica correspondería más a un modo de establecer relaciones y a una manera de hacer las cosas que a un producto, u obra objetual. Es decir, la coordinación y la organización en red constituyen espacios donde el motor está puesto en la constitución de agenciamientos, en transferencia de habilidades, en el cómo hacer las cosas. Así, al establecerse la prioridad en torno a nexos de intercambio, a procesos, y las posibilidades de acción que permiten se refuerza la impresión de una capacidad crítica que se origina en condiciones o situaciones de indeterminación; luego, si bien la criticidad puede graficarse o identificarse a nivel de las prácticas o la producción artística propiamente tal, dicha posibilidad estaría plenamente vinculada al establecimiento primario de ciertos escenarios propicios para establecer relaciones e intercambios, para un fluido contacto.

En el ámbito de conexiones hoy emergente, si bien se mantiene la necesidad de un arte crítico, se secundariza la atención que se le presta. Se evita así reproducir la tradicional prerrogativa de la producción de obra, misma que se puede comprobar ya no es el motivo exclusivo del trabajo artístico. Es este último el que corrientemente ha extendido su margen como parte de la búsqueda de unas condiciones que permitan mantener vivas las posibilidades de renovación, diferencia y disenso de la práctica artística y por ende la crítica: se trata de aquellos procesos paralelos o más bien simultáneos a la producción de obra, en los cuales se aborda la producción de lo común y se exprime su carácter productivo consustancial –producción de singularidad-; procesos en los cuales cabe reconocer la constitución de sujetos de nuevas prácticas e igualmente nuevas identidades de lo artístico.
Las formas de autoorganización y entrelazamiento dan lugar a la activa producción de representaciones, las que conforman diversas posibilidades de estatus cultural-artístico. En tanto diferencias, las identidades emergen del flujo relacional propio de la autoorganización, de los procesos, las acciones y las prácticas en los cuales se articulan. Se puede hablar de la identidad diferencial, la representación y la significación que emergen a posteriori a partir del hacer con otros en diversos esquemas de co-participación. De forma fundamental, la identidad artística o cultural al encontrarse anexada a tales procesos se ha desprendido de un carácter esencialista; más bien, se exhibe asociada a unos medios de legitimación o a una pragmática en la cual el entrelazamiento implica la puesta en marcha de una política de mutuo reconocimiento y autovaloración. La identidad emergente se dota de un dinamismo particular que le permite sustraerse a la fetichización de un mercado que se alimenta absorbiendo diferencias.

Las iniciativas relacionales y sus redes como confrontación de las versiones idealizantes de la globalización. Producción simbólica y nuevas formas de contacto.

Las versiones idealizantes de la globalización refieren a un mundo de diferencias y distancias allanadas, y por lo tanto convertido en un espacio abierto de diálogos multiculturales. Sin embargo, resulta muy dudosa la imagen del planeta integrado horizontalmente; así lo muestra la desigualdad y el desequilibrio de los intercambios, a partir de una más general concentración de los potenciales de acumulación y valorización tanto económicos como culturales. Además, en el espacio global muchas veces se ha exotizado la diferencia, diferencia cultural, de modo que ella encuentra cabida en el circuito internacional del arte contemporáneo satisfaciendo las expectativas de “otredad” del neoexotismo postmoderno. Así, frente a las múltiples circunstancias que inciden sobre el adelgazamiento, la merma y la resta de significación de los procesos de diferenciación de la producción artística latinoamericana, las articulaciones harían uso del flujo y la circulación para favorecer la generación de situaciones de interdependencia y reciprocidad positiva, autovaloración. Tales situaciones de contacto reunirían potenciales de acción que hacen posible una diferencia expuesta como nuevos espacios y lugares de producción artística; espacios que a su vez permiten ampliar o diversificar el “circuito”, las experimentaciones artísticas y, consustancialmente, la recepción.

En la línea de lo señalado por Reinaldo Laddaga, se puede considerar el despliegue de las formas de autoorganización y entrelazamiento como fenómeno afín con aquella sociedad global que recusa las estructuras y sistemas para ser producida por el despliegue continuo de redes, apretadas o distendidas, pirámides o agregados de instituciones socioeconómicas y actores que se organizan a través de las fronteras, con el propósito deliberado de aproximar las partes del mundo de nuevas maneras. En tal sentido, las iniciativas relacionales serían parte de aquella invención de maneras de vida que trastoca el fondo de todos los movimientos, pues incluso la recuperación de algunos elementos de la vanguardia, supone su articulación, se produce en constelaciones diferentes que se distancian de lo esencial de la gran empresa crítica moderna, para así integrarse en “el vasto experimento de exploración de modos de coexistencia que es el presente”.[1]

Por otra parte, la relacionalidad alberga alternativas a las formas dominantes en que se establecen las movilidades, los intercambios y se otorga valor a la producción cultural artística dentro del escenario internacional del arte. Por lo tanto, su criticidad dice relación con su capacidad para favorecer activamente la generación de tramas específicas, Sur-Sur. Tramas en las que primordialmente tiene lugar la producción de diferencia. Mediada por un plano relacional, podemos interpretar la criticidad como una cualidad productiva, particularmente concretada en la emergencia de situaciones y espacios creativos y en la inscripción-legitimación de nuevas significaciones sobre lo artístico; una producción de singularidad que simultáneamente se autovalora, desde contextos y por canales que se destraban de la convencionalidad establecida por el circuito hegemónico del sistema arte internacional.

La ambivalencia. Renovación y transformación sobre el insoslayable trasfondo

La redefinición del concepto de crítica que aquí se sugiere implica que ella renuncia a las inclinaciones teleológicas y a las identificaciones con lo extraordinario y el extrañamiento. La capacidad crítica queda entonces estrechamente emparentada a las alternativas de reconocer y posteriormente recomponer o reformular unos vínculos ordinarios, estableciendo nuevas tramas de relaciones. En sintonía con dicho planteamiento, la noción de acción que provee la teoría de la agencia concede especial importancia a la cuestión del trasfondo que permite la propia emergencia de la acción-acontecimiento; por lo tanto, reconoce el vínculo o la integración de reproducción y subversión. En tal sentido, las iniciativas o articulaciones artísticas incorporarían la reproducción de algunas de las condiciones que las antecedieron, en tanto que ellas son o fueron necesarias para su propia emergencia como algo novedoso; igualmente, la novedad que provee la articulación no ocurre en un vacío sino en un terreno de “fluidez densa de conexiones que fuerzan aunque no determinan”.[2]

Precisamente, la integración entre reproducción y subversión y aquella fluidez densa de conexiones que concurre en la agencia instalan la problemática de la ambivalencia y el carácter post-vanguardista que intuimos atraviesa con fuerza las iniciativas relacionales en el ámbito del arte. En concreto, podemos apreciar en las iniciativas relacionales una combinación de transformaciones relativas a las prácticas artísticas y su sistema -la pluralización de los espacios y prácticas de producción artística y su legitimación-, con una indagación relativa a la proyección social de la práctica artística; entonces, dicha combinación de horizontes, indicaría que la autonomía del arte es puesta en tensión por el desarrollo de situaciones de implicación social, de carácter heteronómico. Luego, sería de una evidencia indiscutible aquel trasfondo, finalmente institucional artístico, que es condición de unas acciones que comprenden innovación a través del fortalecimiento de la incidencia y desarrollo de alternativas heteronómicas.

La capacidad crítica/la independencia como un atributos de carácter relativo; interdependientes.

G. Rauning, en su ensayo “Prácticas instituyentes” ha formulado alternativas con vistas a confrontar el encierro al que ha conducido la crítica institucional; para ello se situa a distancia de las teorías que dan aliento a posiciones y actitudes de autoconfinamiento, pero igualmente desecha la inocente concepción de un absoluto afuera de la institución. Así, propone un procedimiento crítico consistente en una doble estrategia: de una parte, “prácticas de crítica social radical que eviten caer, no obstante, en la distancia imaginaria absoluta para con la institución; y de otra, “prácticas que sean también autocríticas pero que a pesar de ello no se aferren convulsivamente a su cautiverio, a su complicidad, a su condición de prisioneras en el campo del arte, a su fijación en y con la institución o a su propio ser institución”[3]. Su programa agrega: “…Esta conexión se dará sobre todo en un encadenamiento directo e indirecto con prácticas políticas y movimientos sociales, pero también al no renunciar a las capacidades y estrategias artísticas, sin renunciar a recursos y efectos en el campo del arte.”[4]

A primera vista parece un programa altamente adecuado, pero apreciamos que no se condice con la implicación simultánea y recíprocamente social e instituyente de las iniciativas artísticas de carácter relacional que emergen en el ámbito del arte contemporáneo latinoamericano; y con decir simultaneidad queda nuevamente señalada una frontera ambivalente e incierta.

El aspecto colectivo de la articulación, la coordinación, la colaboración presentes en las diversas formas de autoorganización y entrelazamiento supone la restitución de una esfera pública en el ámbito del arte y la recuperación por medio de ella de cierta capacidad de acción de rango instituyente. Además, la experiencia latinoamericana parece mostrar que la articulación de agentes artísticos permite ampliar los márgenes de la acción, dando así lugar al tipo de experimentaciones que insisten en la proyección social de la práctica artística; pero igualmente, esa práctica que ha provocado unas formas y espacios de implicación social parece obtener retroactivamente de ellos los medios y recursos para su autovaloración, para consolidar su significación y su institución.
En definitiva, en el ámbito del arte latinoamericano es posible apreciar la condición inexorablemente fronteriza, mixturada, de las dinámicas de autoorganización y entrelazamiento; es decir, su condición de prácticas social-ciudadanas tanto en su organización-producción como en su recepción, y simultáneamente su carácter de prácticas instituyentes, que discuten la naturaleza y significación de la institución arte. Sería el escenario inicial precarizado en términos de organización ciudadana y de institucionalidad cultural el que concede e impone a las diversas experiencias de organización entre agentes el doble o simultáneo perfil de práctica instituyente y de prácticas de transformación emancipatoria transversal.

La condición fronteriza de la capacidad gestora.

Otra “frontera” ambivalente está dada por la emergencia de potencias de acción, creación o transformación sobre o desde el trasfondo de las condiciones de desregulación del trabajo artístico establecidas por la institución arte actual. Al analizar los nuevos contornos del trabajo artístico en el marco de la administración neoliberal de las instituciones culturales constatamos que han ganado presencia las figuras del artista gestor y del artista curador. Se trata de una ruptura de márgenes simbólicos y prácticos, ya que la conjunción de roles franquea la barrera idealista que impugnara el explícito y activo deseo de una eficiente inserción de la producción artística y que también limitara la intervención de los agentes artísticos en el espacio de la construcción social del valor de su producción. Asimismo, la faceta gestora hace despuntar la dimensión comunicativa del trabajo artístico, partícula mediante la cual éste se inscribe muy explícitamente en las formas colaborativas de la producción inmaterial. Entonces, el problema radica en que la libertad o ampliación de los márgenes de maniobra de los agentes más que representar posibilidades de transformación y crítica, se muestra como parte fundamental del régimen de explotación flexible que impera en el campo de la producción cultural.

No se pude desconocer que las libertades hoy asociadas al accionar de los jóvenes agentes, su movilidad y flexibilidad, su “emprendimiento”, son perfectamente compatibles con las condiciones de desregulación y auto-responsabilización que se han establecido debido a la supeditación de las instituciones culturales al régimen del capital. Concretamente, un grado intensivo de colaboración es parte de la estrategia de sustentabilidad de “emprendimientos artísticos” que no logran concebir y construir medios de valoración autónomos al margen de las instituciones clásicas y que por ello se mantienen en situación de dependencia extrema.
Pero contrariamente, son posibles modalidades alternativas, iniciativas en las que la comunicación se desplaza (de su papel en la rutina de la producción y la valoración capitalista) y va a constituirse en la base de la autoorganización, de colaboraciones, articulaciones y agenciamientos. No obstante, en ese desplazamiento enraízan los variados e implícitos entresijos que acosan el intento conceptual y práctico de redefinir la capacidad crítica/independencia. Entonces, para insistir en la idea de frontera, la potencia que emerge de la liberalización de un conjunto de facultades en el marco desregulado de la institución cultural neoliberal da ocasión a modulaciones críticas; es decir, posibilidades de ampliación de los márgenes de acción de los agentes conjugadas con propuestas de transformación que actualizan puntos de conflicto tales como la sustentabilidad local de las escenas de producción artística, la constitución de medios de autovaloración, la proyección social del arte; todo ello en una vertiente problemática que discute el trazado dominante de los circuitos y los paradigmas propios del sistema arte internacional.

Autoorganización y entrelazamiento como agencia. En la frontera entre necesidad y contingencia

Las formas de autoorganización y entrelazamiento, las iniciativas artísticas, pueden ser apreciadas como continuidad y proyección de las operaciones críticas que se han desarrollado por la vía de procedimientos de develamiento, cuyo último momento ha permitido poner en evidencia las retóricas institucionales. No obstante, en el caso de las formas de autoorganización y entrelazamiento, el gesto de develamiento escapa al destino de autoconfinamiento en que se han sumido la última porción de la crítica institucional. En las iniciativas, formas de autoorganización y entrelazamientos regionales, la operación crítica de develamiento abarca la indicación relativa a la contingencia de aquellas articulaciones que hacen efectivamente posibles la constitución, legitimación y significación de prácticas artísticas por otros canales.
La preponderancia de la dimensión relacional de las iniciativas remarca los proceso de constitución e institución, de los que podemos considerar emerge la identidad de los sujetos agentes, de los contextos culturales, y de lo artístico, lo cual representa una forma particular de politización de lo artístico. En tal caso, política es aquella situación de interdependencia que complejiza al sujeto de la acción, como también toda construcción, bien podríamos decir institución, la que al presentarse como dependiente de procesos relacionales rechaza la existencia de una racionalidad superior o trascendental, para así recalcar su contingencia.

Por otra parte, esa estrecha relación entre contingencia y necesidad es responsable de re-cualificar la crítica en tanto emergencia de acontecimientos de carácter crítico-renovador. Otra vez contra todo ideario de pureza incontaminada, es necesario atender a la participación o más bien a la inerradicabilidad del poder en toda relación; es decir, ya que no existe orden natural ni fundamento último que rija la constitución de toda identidad, es algún tipo de fuerza-violencia el que interviene para fijar las posibilidades de existencia y/o significación de lo artístico. Sin embargo, la facultad crítica asociada a los procesos de articulación no sólo apela al reconocimiento de la presencia del poder en toda relación; se va más allá puesto que la articulación permite hacer visible en un acto concreto la contingencia, es decir su existencia de un modo concreto no necesario, no natural, no esencial. Entonces, tiene cabida un atributo crítico suplementario a través de un doble movimiento: se muestra la contingencia de cualquier presencia y se introduce novedad normativa subvirtiendo un orden dado; por lo tanto, el cierre queda privado de convertirse en definitivo y así estará abierto a nuevas subversiones y fijaciones. Además el aspecto relacional de las iniciativas y el soporte de éste a su capacidad de actuar nos conduce a constatar que la capacidad de acción se vincula con una concepción relacional del poder de manera tal que ya no es posible entender este último como un volumen de almacenamiento propiedad de un sujeto-agente.

Igualmente, asociado a una tendencia que resiste la dimensión retardataria de un necesario proceso de conformación e institución, se puede considerar que la gran importancia asignada a la exploración de contactos y vínculos sirve para evitar la decantación en la forma organizada, estable, del sistema. Las articulaciones se despliegan en torno a una efectiva experiencia de incorporación de la interferencia e intervención del ambiente. Además, con su resistir a la estructuración, la jerarquización y al carácter sistémico, las formas de autoorganización y entrelazamiento dan cuenta de los matices específicos del despliegue del poder constituyente; es decir, suprimiendo como resultado una institución en sentido convencional. Del mismo modo, en aquellas organizaciones la identidad y la identificación como nuevas formas de lo común se encuentran plenamente traspasadas por la contingencia de la auto-institución y la autovaloración.

Renovación de conexiones y de la cultura de las artes.

La criticidad en tanto ampliación del margen de posibilidades de acción, de creación y de singularización, examina cierta cultura asentada de las artes que pervive como conjunto consolidado de prácticas materiales y de significación, y que fundamentalmente reproduce una delimitación de las prácticas validadas, y de los lugares de validación. Así, el intento de cambio en la cultura de las artes que se avizora junto a las formas de autoorganización y entrelazamiento, incorpora un rango de fluidez pertinente en el espacio de las relaciones entre agentes y grupos, entre lugares de producción artística. Luego, se aprecia un tratamiento de la cultura en su aspecto relacional; cultura como el vehículo o medio por el que la relación entre grupos es llevada a cabo, con la cual se experimenta a través de la colaboración y la organización en red.

Un empeño dedicado a modificar el estado de las relaciones entre los agentes, revirtiéndolas hacia un esquema de mayor horizontalidad, con el fin de abrir espacios de interacción, intercambio y coproducción, transversales y democráticos que aporten a la valoración recíproca de la iniciativas, y que tengan un efecto desestabilizador en la estática, y por lo demás jerárquica, configuración de las relaciones entre agentes y espacios que corrientemente proponen las redes hegemónicas del arte contemporáneo.

Por otra parte, dado que la legitimación se ha desprendido de la dimensión ontológica del arte, misma en la que la cual los conflictos a ella asociados remitían a problemas estéticos o artísticos, las condiciones de intercambio, colaboración y diálogo que propician las formas relaciones obrarían en la contención de las diversas formas de erosión en lo que respecta a la apreciación de la producción cultural artística como resultado y motor de dinámicas inscritas en la lógica de los procesos culturales.

Notas

[1] Laddaga, Reinaldo: Estética de la emergencia, Editorial Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2006, p. 67.
[2] José Enrique, Ema López: Del sujeto a la agencia (a través de lo político). En: Athenea Digital. Revista de pensamiento e investigación social (en línea). 2006 (citado 2008-07-25). A consultar en World Wide Web: http://antalya.uab.es/athenea/num5/ema.pdf
[3] Gerald Raunig: Prácticas instituyentes. Fugarse, instituir, transformar. En: esferapública (en línea) 2006 (citado 2009-09-07). A consultar en World Wide Web: http://esferapublica.org/portal/index.php?option=com_content&task=view&id=302&Itemid=2 [4] Ibíd.


Links de interés:

http://revistaplus.blogspot.com/2009/12/iniciativas-artisticas-independientes-y.html

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