domingo, 25 de enero de 2009

La Notación del Intérprete

La construcción de un paisaje socio-cultural a través de la experiencia como huella material[1]

Por José Llano Loyola2

A continuación presentamos el siguiente ensayo de José Llano, arquitecto e investigador independiente que ha desarrollado un trabajo sostenido de reflexión y práctica en torno la complejidad del espacio público y urbano. A partir de la experiencia que ofrece la ciudad de Valparaíso, José analiza la multiplicidad de formas en que se construye el paisaje cultural y la serie de traducciones sociales y culturales que le son propias; una construcción del paisaje “donde la experiencia se configura a modo de huella material. El sujeto y su interpretación desde la experiencia, elaboran un tipo de notación dialógica que finalmente construye un tiempo y espacio a modo de producto social”.


¿Por qué el genio del lugar esta mudo?
Goethe

Chile no es un país sino un paisaje
Nicanor Parra

Notación

Valparaíso es una ciudad inacabada de recónditos imaginarios, que busca detrás de cada situación una cuota de sobrevivencia de su propia vida y de su recurso diario. Se ha reinventado una y otra vez recurriendo a poetas, escritores, dibujantes y pintores, que claramente no imponen ideas definidas sino que cada cual se imagina a Valparaíso como quiere.

Las formas de atribuirse una ciudad pasan por la condición INSITU de nuestra experiencia sobre ella (imagen del autor)

Esa cuota de geografía individual construye un tipo de imaginario que se materializa en los procesos de sociabilización de la ciudad, espacios públicos, plazas, ascensores…etc y en su materialización sobre las formas de habitar y de encontrarse en la ciudad. Las ilógicas casas, que a la primera impresión se vierten detrás de un recorrido incoherente, describen una temporalidad oral que se presenta sobre las pendientes, cotas y versatilidad de los elementos constructivos que cimentaron un “principio de agrupamiento, de reconocimiento y de legítima diferenciación” formal y de habitabilidad sobre una imagen del espacio local y urbano de Valparaíso.







Valparaíso auto-construye simbólicamente y matéricamente, permitiendo sedimentar en sus tectónicas, signos culturales, y la propia entropía de la materia de sus cerros, una mirada particular entre la realidad y la representación de Valparaíso (imagen del autor)









Esa manera de mirarse no construiría un espejo, sino que desarrolla una relación entre una cercanía y su distancia de la identidad y la conformación de paisaje “local”. Desde las casas descolgadas, adyacentes, solapadas, superpuestas y extendidas se desenvuelve un pensamiento de coexistencia, un tipo de forma de habitar como un estado de conciencia y que a través de su imaginación, pensamiento y reflexión permite reconocer mil rostros, que construyen una geografía de ensamble y una silueta de contornos, de lugares y de relatos que a través de representaciones como las extensiones de las casas, las apropiaciones urbanas, las transformaciones espaciales de sus propias instalaciones populares, por ejemplo en el caso de la ex-cárcel de Valparaíso, permiten que emerja un tipo de experiencia sobre el lugar que transforma al habitante en intérprete de su propia lugaridad.


La excarcel es un espacio simbólico de resignificación urbana que a través de una estrategia colaborativa y de autogestión ciudadana ubica al modelo de gestión-producción y sus prácticas urbanas a modo de ejercicio democrático capaz de inscribir a la experiencia como un tipo de interpretación colectivo, que re-elabora un imaginario socio-político a través de la dimensión cultural. El proyecto ciudadano que recibe su nombre como PARQUE CULTURAL EXCARCEL tenía como propósito el resguardo y mantenimiento del sitio de bien comun para que no cayera en las hipótesis especulativas de orden patrimonial que fueron ejercicios urbanos tipo post-designación de Patrimonio Mundial en la ciudad de Valparaíso. El proceso de identidad que se generaba así y de manera colectiva, colaborativa y a través de una negociación socio-política ubicaba al espacio de intercambio como una tipología de gestión urbana capaz de vincular una relación identitaria, societal e histórica a la vez, un tipo de espacio heterotópico de nombre PARQUE CULTURAL EXCACEL.
(imagen desde url: http://www.redeoficios.org/images/portada/carcelg.jpg)

Estas condiciones que se ven develadas y desarrollas por los intérpretes de la geografía íntima, bajo las representaciones graficas, pictóricas, narrativas y las composiciones de lugar que se vuelcan sobre las tectonicidades materiales de las construcciones, instalaron a modo de evidencia a través de las representaciones sociales del paisaje, un tipo de conocimiento local que permitió construir instancias de ensamblaje y desarticulación sobre las prácticas urbanas, y me refiero a las apropiaciones y resignificaciones de los propios espacios públicos como privados. Este tipo de constructos que apelan a nuestra experiencia social y a un tipo de lenguaje o narración que elabora una huella visible sobre el espacio – un espacio del relato que permite evidencias, inflexiones, acentos e ideas de las representaciones y formas narrativas de un paisaje como Valparaíso desde la notación del interprete – permitieron finalmente comprender que las representaciones son el entrecruzamiento de escenarios de diálogos donde el sujeto interactúa de forma particular con sus procesos de identidad definidos por la geografía, el espacio social y su percepción del lugar, vivido, concebido y representado al mismo tiempo.

Después de conocer las construcciones en los faldeos de Valparaíso, se que mis estudios y experiencias no me sirven de nada… Cita de Guillermo Quiñóne, poeta. (imagen del autor)

La comunicación entre las huellas del espacio y las formas de organización colectiva e individual de Valparaíso, tanto políticas como culturales, lograron articular espacios sobre una convivencia que construyó territorios heterogéneos donde las fronteras entre lo real y lo imaginario apenas constituyen un aspecto diferencial de los sentidos dando forma a un itinerario y a un relato de sus vidas.



Este estado de conciencia, y de coexistencia de ese habitar y a través de su contemplación sobre el ensamble de su geografía y su silueta de contornos, dio cuenta dentro de la escena local un configurar a modo de lugar del relato y ubicando a sus representaciones como la escritura, sus pinturas sus propias instalaciones populares como un emerger del sujeto y su red de relaciones a partir de la experiencia sobre el lugar, transformándolo en actor e interprete de su lugaridad. (imagen del autor)











Es así como las notaciones del intérprete y la espacialidad cotidiana, se entrelazan en un entretejido de niveles de diferentes realidades y de profundas lecturas sobre la huella de lo otro, donde las historias, biografías, la condiciones entrópicas de lo cultural se convierten en sedimento social, se transforman y mutan sobre las base de las extensiones de lo cotidiano, dando cabida a otro entretejido de realidades. De esta manera, la notación del intérprete es una especie de códice abierto y extenso que se refiere a las formas de apropiación y de resignificación urbana y que propone sobre nuestros propios imaginarios una manera de replantear la noción de identidad que – depositada sobre las condiciones de sus cerros y sus especulaciones urbanas, y entretejida por las realidades urbanas – actúa como espacio de encuentro bajo el discurso de la experiencia, condición que se extrapola mas adelante como existencia de lo multicultural. Solo recordar a manera de ejemplo el depósito de identidades nítidas que se fueron integrando al marco de referencias geográficas de miles de inmigrantes que conformaron los cerros, las tipologías, sus costumbres y los territorios en Valparaíso a inicios de siglo, y que exponiendo a la experiencia como una portadora de la evidencia (me refiero a las historias y lecturas al paso de un evento de un Valparaíso acontecido), dieron forma a lo que hoy conocemos como ciudad. Sobre el punto de la lectura del intérprete en el cual la participación se construye como un valor inmaterial, podemos abrir una pequeña reflexión sobre la mirada del intérprete y su base de representación sobre el mundo, ¿qué es? en otras palabras la construcción de paisaje, sobre la experiencia de un Valparaíso acontecido.

Valparaíso era un depósito de identidades nítidas que se fueron integrando al marco de referencias geográficas que a su vez se fueron diluyendo dentro del espacio de encuentro y exponiendo a la experiencia como una portadora de la evidencia mas expuesta, la vida (imagen del autor)


Paisaje a modo de referente cultural
El poder no es el centro sino la desmaterialización del sujeto sobre sus prácticas

La noción de paisaje se entiende bajo el reconocimiento de una relación entre la representación de un contexto y su materialización, que conlleva formas, procesos y sujetos que se entrecruzan con la noción de intérprete.

La configuración dentro del marco de la modernidad sobre la noción de paisaje se delimita sobre la realidad a través de una disposición conceptual sobre el mundo y su representación, según Fernando Aliata y Gabriela Silvestri, la figura del paisaje probablemente constituya un último momento en el pensamiento occidental en el que visibilidad y conocimiento del mundo pueden aparecer unidos. De esta manera los análisis recientes se han ocupado en desvendar la falta de correspondencia entre realidad y representación destacando el papel que ha jugado la mirada en la construcción de los paisajes. Ello lleva… a sostener que la historia del paisaje es la historia de miradas. En el mismo sentido, se destaca el proceso de construcción de dispositivos de visualización, es decir, el desarrollo de convenciones de representación del mundo exterior sobre una superficie plana…que finalmente inscriben una diferenciación entre realidad y representación y el reconocimiento de la mirada como componente mediador que permite también diferenciar la realidad y el espectador. Es así como, el paisaje solo puede construirse a partir de la presencia de ambos, pero en forma separada, es decir esta diferenciación es la que permite la construcción de un punto de vista, el establecimiento de un marco, de un interior y de un exterior.
3 Podemos decir entonces, que el paisaje es producto de una cultura que construye significaciones como naturaleza, pues las sociedades que han erigido desde jardines hasta parques nacionales han puesto en juego una estrategia cultural de hacer parecer como natural la naturaleza construida.4 Esta observación y construcción de paisaje se practica y opera sobre la ciudad de Valparaíso desde sus condiciones geográficas que son marcadas por las apropiaciones urbanas, adaptaciones del sujeto en el contexto o las re-interpretaciones del habitar sobre la cota, como también desde las condiciones de la topografía urbana habituales de Valparaíso. En realidad, el entrecruzamiento de la noción de intérprete junto con las miradas sobre el paisaje y la producción del sujeto sobre el espacio materializándose en cada una de las lógicas de la noción de habitabilidad de la cota, son construcciones de huellas sobre la producción del espacio geográfico y se refieren directamente a la construcción de una referencia desde un intérprete, que representa una posición o localidad del cual son observados no solo como un campo de acción sino como una expansión de experiencias y desencuentros culturales.

La escena de Valparaíso es el lugar del relato y las representaciones donde emerge el sujeto y su red de relaciones, transformándolo en actor. La comunicación logra articular espacios, y en la convivencia dialógica y la operatividad de la cronotopía construyen territorios donde las fronteras entre lo real y lo imaginario apenas constituye un aspecto diferencial de los sentidos que dan forma a nuestro itinerario vital y a sus relatos de vida (imagen del autor)

Desde esta operación de paisaje surge el marco de acción que construye la notación del intérprete en relación a la producción simbólica y lógica espacial, me refiero a la noción de referente cultural5. El referente cultural corresponde a un modo de operación comunitaria, que presupone la producción de informaciones y la investigación de soportes materiales para documentar, pero significa algo más: un trabajo de elaboración de esos datos, de comprensión de la resignificación de bienes y prácticas realizadas por determinados grupos sociales, en vista de la construcción de un sistema referencial de la cultura de aquel contexto específico.6 Este tipo de noción y sumado a la reflexión sobre la apropiación urbana que conlleva un tipo de participación ciudadana, instala en perspectiva el saber y una lectura potente sobre el poder, como una forma que significa, y que visibiliza el como se apropian y cuando se constituyen acervos patrimoniales activos de una sociedad determinada; es decir esta práctica social, entre el saber y el poder desde la participación ciudadana insta a una legitimación de políticas del patrimonio cultural, ya que la construcción y el fortalecimiento ciudadano no basta con la relación con el gobierno o los sectores de intereses privados, sino que hay que darle un estatuto al tercer sector en los temas emergentes de interés, en donde el patrimonio y su notación de paisaje se integre a una extensa red de necesidades planteadas por su carácter de bien cultural y no renovable, único e irrepetible7. Ese tercer sector es en el caso de Valparaíso evidentemente fundacional, pues pone en lo central de la búsqueda una producción cultural que construye territorio. Ese tercer sector que se operativiza desde la participación ciudadana se ejerce como un campo emergente de organizaciones sociales sobre el contexto de un paisaje entrópico de cambios y de heterogeneidades socioculturales.

Es así como los procesos de una ciudad se delimitan a partir de nuestra producción y de alguna manera desde nuestra mirada que se extrapola sobre cualidades intangibles, un construir de una geografía íntima, un tipo de lectura material sobre un acontecer que devela nuestro territorio. La huella que se construye en Valparaíso en su contexto tectónico y que se articula como texto, desnuda de tratados y expuesta sobre la naturaleza, atraviesa desde las emergencias de lo cotidiano y se articula en sus expresiones con el agreste paisaje de la cual, el sujeto y las mismas diferencias de lo individual producen a modo de un proceso un tipo de gramática tectónico-espacial, un juego de extensiones cotidianas y de cuerpos espaciales. Hendiduras, filos, quillas, respaldos, abalconamientos son una serie de nombres y adjetivos que caracterizan las condiciones de percepción y espacialización de las relación naturaleza-artificio, este último como un proceso de naturalización de lo agreste en relación a la formas de habitar de la ciudad puerto. Así el sujeto entendiendo lo complejo de instalarse sobre el y su contexto y comprendiendo que es parte de ese proceso, comienza a formar, seleccionar y a generar una serie de lecturas, textos, instrumentos y materia sobre sus producciones, sobre el corpus de sus huellas y de su lenguaje a modo de una idea en forma de representación donde los condiciones del hacer y habitar la contextualidad, conformarían un paisaje interior de su permanencia material e imaginada sobre su referencia socio-cultural en su dimensión cotidiana y su dimensión territorial.







El habitante de Valparaíso como interprete y su contexto territorial construiría un paisaje local, su paisaje, que relacionaría ese entretejido de cualidades y notaciones que son imposibles de evitar desde el espacio geográfico y la dimensión cultural del territorio, que surgiría desde la visión del interprete sobre el contexto (imagen del autor)









El reconocimiento de esta serie de partituras urbanas sobre esta construcción de paisaje y en referencia a la noción de referente cultural, plantean tres estrategias que desarrollan por medio de la construcción de esa huella y su vacío, un modo de estructurar las espacializaciones dentro de la gramática urbano-espacial que la notación del intérprete visibiliza:
Cronotopía, Dialógico y Heterotópico.


Transcripciones y Lógicas
La notación del intérprete como cartografía material

CRONOTOPÍA

Las pendientes, las cotas, la versatilidad de los elementos constructivos cimentaron, como lo mencionamos anteriormente, un “principio de agrupamiento, de reconocimiento y de legítima diferenciación” formal y de habitabilidad sobre el espacio local y urbano de Valparaíso. Estas condiciones que se vieron develadas y desarrollas por los intérpretes de la geografía íntima, bajo las representaciones y las configuraciones del lugar como relato abrieron bajo la noción de cronotopía
8, una serie de relaciones espacio-temporales como un tipo de espacio vivido, vivenciado y experimentado a modo de un relato, a través de palabras, imágenes, sonidos no verbales. El concepto de cronotopía es un tipo de exterior- interior, que pone en evidencia a través de las representaciones sociales del paisaje un tipo de conocimiento local, que permite construir instancias de ensamblaje y desencaje sobre las prácticas urbanas (apropiaciones, resignificaciones). Este tipo de constructos apelan a nuestra experiencia (experiencia social) y a un tipo de lenguaje o narración que elabora una huella visible sobre el espacio, un espacio del relato que permite evidencias, las inflexiones, acentos e ideas de las representaciones y formas narrativas de un paisaje como Valparaíso desde la notación del intérprete. La compresión de estas ideas corresponde finalmente al entrecruzamiento de escenarios dialógicos donde el sujeto interactúa de forma particular con sus procesos de identidad definidos por la geografía, el espacio social y su percepción del espacio, vivido, concebido y representado al mismo tiempo. La comunicación entre las huellas del espacio y las formas de organización colectiva e individual lograron articular espacios sobre una convivencia dialógica9 como lo mencionaremos mas adelante, construyendo territorios donde las fronteras entre lo real y lo imaginario apenas constituyen un aspecto diferencial de los sentidos, dando forma a un itinerario y a un relato de sus propias vidas.







Esas mismas maneras de configurar y de estructurar esa interioridad de lo social expuesta en paisaje, construyen las condiciones de lo social y sus tipologías en diferentes formas de permanecer en los cerros de Valparaíso, transformándolo en una espacie de archipiélagos de lenguaje (imagen del autor)








DIALÓGICO


Las condiciones de lugar transformaron en operaciones abiertas y en escenarios de síntesis al emplazamiento del sujeto sobre la lectura de la experiencia, es así como el despegue de la ciudad de Valparaíso se generó en gran medida por las diversas manifestaciones culturales que se ejercieron y se construyeron a modo de lógicas operativas. Una lógica activa que transfiguró la relación del sujeto sobre la representación y que surge a partir de una mirada y una táctica en particular, es la condición o lógica dialógica que opera como una observación combinada por la actuación de un sujeto en su medio social y físico, que responde por medio de una transformación de la realidad o un adaptarse a ella, como una especie de equilibrio que construye la cultura de cada sujeto en medio de la red de relaciones sociales espacio-temporales. De esta manera, comenzamos pensar que la razón del lugar empieza cuando nos damos cuenta de que el lugar es lo más opuesto a la historia que puede darse, y que es el sujeto humano (con su cuerpo), lo único que constituye el puente que enlaza historia y lugar.

La capacidad de lectura dialógica del sujeto sobre su traza urbana dio cuenta de una apropiación cultural sobre este archipiélago geográfico, que propuso un dilema sobre el plan y cerro, y sobre cualidades contextuales que tomaron carácter y origen de diversos tipos de asentamientos y de sedimentos que provocaron la colonización y territorialización del paisaje sobre las violentas visiones geográficas que se tenía hasta el momento. La aparición de los ascensores como un tipo de manifestación de la naturaleza artificial, y como cualidad de la geografía infraestructural, de la relación sujeto-ciudad, se construyó como formas de comunicación entre los cerros, a través de los ejes transversales mensurando un interior profundo de Valparaíso, que produjo un escurrimiento socio-cultural sobre diversos espacios que se transformaron en públicos, denominados balcones, plazoletas y plazas, caracterizadas solo por el uso y determinación del sujeto sobre el contexto. Estas diversas características de una creatividad innovadora en una amplia gama de elementos, tangibles e intangibles: el diseño urbano, la arquitectura, a las obras de adelanto y de servicios urbanos y de transporte, y a las obras materiales en general, fueron parte de una mentalidad progresista, en una creatividad artística y cultural, y en progresos claves en materia de tolerancia y libertad de pensamiento.








Las huellas del espacio y las formas de organización colectiva e individual lograron articular espacios sobre una convivencia dialógica construyendo territorios donde las fronteras entre lo real y lo imaginario apenas constituye un aspecto diferencial de los sentidos dando forma a un itinerario y a un relato de sus vidas (imagen del autor)









Bajo estas características las condiciones de la poiética en este escenario dialógico, no solo están bajo las miradas de lo espontáneo dadas por la in-habitualidad o la sorpresa del acontecimiento físico, sino por un tipo de lenguaje verbal que es potencia y libertad, y mensura la complejidad del sentido, pues el sujeto al establecer una representación o un tipo de mensura sobre su topos, genera particularmente una imaginario, que construye un pensamiento espacial y un set de definiciones que interpretan la espacialidad humana en relación al tiempo e historia, por un lado las relaciones sociales(historicidad) y por el otro la sociedad(sociabilidad). Por lo tanto, las articulaciones espaciales contienen una fuerza poética y retórica del lenguaje experiencial que permite, desde la producción de sentido, construir un tipo de lenguaje verbal que levanta un significado de la vida, que se origina en este poder del lugar de ser nexo entre sujeto e historia. Este tipo de vínculo es de realidad que contiene un adentro-afuera, donde la huella del sujeto se instala con duplicidad formal en términos lógicos, la misma experiencia y coyuntura socio-espacial ha construido un tipo de configuración donde las marcadas de las apropiaciones urbanas, adaptaciones del sujeto en el contexto, o las re-interpretaciones del habitar sobre la cota, condiciones de la topografía urbana habituales de Valparaíso, configuran una producción de valor, de identidad y de distinción, donde la historia, lo social, arman procesos al interior de la ciudad para construir una geografía íntima.

HETEROTOPIA

Como ya lo hemos discutido, la relación de la experiencia, la condición INSITU de la historia, lo social y sus especializaciones, van construyendo desde este conocimiento una serie de constructos y modelos de los procesos de la ciudad que aparecen a modo de huella sobre nuestro hacer y ser a su vez. Este tipo de huella material se dirige sobre un construir de una geografía íntima, un develamiento de los tipos de lectura de lo cotidiano, que proponen un tipo de gramática de las diferencias tectónicas, y de la producción del sujeto sobre el espacio, en la relación habitante-ciudad. Este tipo de proceso que se instala mediante apropiaciones, re-significaciones y una serie de lecturas y huellas de la construcción del sujeto sobre el paisaje interior, es un detonante de un instrumento de lectura sobre la representación del hombre en la espacialidad privada y pública de Valparaíso, pero a su vez es la representación individual del acontecer de esta ciudad en sus espacios cotidianos. Es decir, la mirada que despliega el habitante es una huella material sobre la heterogeneidad de la relación sujeto y espacio, mediante el acto
10 de hacer-ser una marca, una huella, un ejercicio de un juego de marcas. De esta forma, la lectura sobre la escritura de la táctica de habitar en Valparaíso y su representación formal (y me refiero a la noción dialógica antes comentada), nos propone y construye una condición matérica del sujeto y su objeto, es decir un hacer-ser de su huella, que es potencia de ser sobre las materialidades expuestas en la ciudad, sobre las fisuras socioculturales y sobre las miradas al interior de lo social porteño.

Esta huella matérica que opera como lógica heterotópica, marca expuesta sobre Valparaíso que se ubica y se entiende dentro del valor de una reproducción del significado del habitar, despliega su transmisión como una realidad material. De esta manera podemos pensar que al plantearse una táctica del sujeto y su producción de paisaje interior, las casas, los planos y sus prácticas salen desde el interior de esa profunda planta de Valparaíso tematizando la horizontalidad versátil, cualidad que se expresa desde la conformación de una multiplicidad tectónica a su haber; como lo hemos planteado ya, Valparaíso que contiene una serie de huellas in-apropiadas o im-provisadas que develan no solo una falta de regulación o de estudio de crecimiento urbano, sino una franca representación de la libertad de lectura del habitante sobre su condición de habitar, una pluralidad local que profundiza las nociones de re-significación y re-construcción de un pensar sobre la ciudad que desde los suelos, y desde sus estratos mas íntimos, configuran una relación sujeto-objeto en acto de potencia. Por tanto albergar a ese acto como acción del hombre sobre la naturaleza, propone la potencia de ser como un tipo de elementalidad cotidiana y que se exterioriza por medio de las relaciones socio-culturales. Con lo anterior me refiero a entender cómo se organiza la espacialidad de esa elementalidad, por ejemplo de una reocupación urbana, (lo podemos ver en cualquiera toma cultural, en Peñalolén, o en cualquiera toma urbana, que la derivación de la ciudad se emplaza por los tipos de organización interior de las sociedades elementales dentro de la toma, pequeños barrios, pequeñas capacidad de organización cultural) o simplemente de una interioridad expuesta, que configura una mirada por sobre el horizonte condicional del códice porteño y se materializa en la huella como representación de la realidad, como por ejemplo las casas expuestas y sometidas a la intemperie de la gravedad absoluta.

Frente a esta condición del acto como huella material, y su configuración a partir de las resignificaciones y las apropiaciones urbanas antes comentadas, podemos reconocer una partitura que sustenta el sistema de concepción espacial que se resuelve y se despliega sobre las diferentes formas de estructuras tectónicas y la indisoluble construcción del objeto a partir de la desintegración del límite como noción y proyecto, en el caso de las viviendas o de la espacialización publico-privado como también del cierre físico de la misma construcción.

Los estratos ya no son modelos dispuestos sobre estructuras y particiones resistentes, sino que las experiencias y la materialización del interior se vuelca sobre el exterior y genera un campo de rostricidad. Es decir, una mediación entre los modos de producción
11 del sujeto y las infiltraciones de sus re-significados y sus usos sobre su dimensión de lo cotidiano, que articula e interpreta a la noción de rostricidad como un tipo cruce a modo de una elaboración de una huella que la manifestación de lo otro deja en la subjetividad12. Sobre lo anterior, podemos complementarlo con entender que esta serie de prácticas que se constituyen por su derivación dialógica13 como lo mencionamos en la notación de paisaje, configuran una especie de equilibrio que construye la “cultura” de cada sujeto en medio de la red de relaciones social-espacio-temporales que se producen y se constituyen. Esta propuesta de transformación de la realidad generada en Valparaíso, es emplazada por esta noción de rostricidad, es una interacción social de un “imaginario”, frente a un entrelazamiento material de un palimpsesto operable que es la ciudad, donde la bifurcación de esta práctica proyectual sobre Valparaíso conformaría como lógica y como producto una lectura heterotópica14, es decir, la manera donde los espacios trabajan articulando acontecimientos diversos, referidos a trayectorias variables según lógicas internas y que derivan en su relación de uso y su discurso, junto con la relación temporal de sus usos o funciones (lectura heterocrónica), en definitiva es el espejo y reflejo de nuestros actos sobre la superficie biselada. Esta lectura heterotópica propondría una propuesta de multiprograma sobre la base de la misma ciudad generando no solo una heterogeneidad en los usos y funciones sino una capacidad de re-programar las condiciones tectónicas que se sustentan por las prácticas de lo urbano.

Finalmente, la configuración de la huella matérica enfrentada a la geografía física desplegada desde lo interno sobre lo externo, y componiendo tectónicamente una condición básica y elemental, arma y es figura sobre la horizontalidad y la superficialidad, que se deposita sobre la acción y la materialización del sujeto como huella. Con esto podemos pensar que la constructibilidad dada en los cerros de Valparaíso, da cuenta de una noción de horizontalidad diferente. Entendemos que es una ciudad vertical, dada por las diversas cotas habitadas que contiene la ciudad, también podemos pensar en las formas de apropiación de la horizontalidad, que frente el abalconamiento sucesivo y descolgamiento rotundo de muchos de los frentes privados, proponen una multicapa que es frecuente ver desde el plan de la ciudad. Sin embargo, lo que contiene esa lectura, es un posible tipo de inversión del volumen expuesto y detallando un juego planteado desde los elementos arquitectónicos que se deforman topológicamente instalando desde el interior una profunda planta, que construiría una horizontalidad versátil, una memoria de los límites del proyecto. Esta noción de horizontalidad versátil, sería la expresión tácita de cada vivienda que experimentaría sobre su superficialidad, una lectura independiente de los diferentes elementos arquitecturales, que al estar sometidos sobre la contextualidad geográfica y dadas por la noción de la verticalidad configurarían no una planta regular, sino una planta fluctuante dependiendo de la deformación y programa que se desprendería como una notación vital dentro de esta cualidad de la horizontalidad. Recordemos que la huella de lo otro, como elaboración de la experiencia sobre el sujeto, puede dar cuenta de un uso múltiple y variado de las lecturas de un objeto, me refiero a que al estar sometidos sobre la noción de la exterioridad del sujeto siempre se busca un detalle, sobre el cual poder fijarse, me refiero al detalle, a una fisura o una huella que denote su permanencia en el contexto. Esta lectura podemos verla en la apropiación de cerros y las técnicas entrópicas o populares de contención como también en la detención de una cierta tipología de vivienda que da cuenta de la cota, como condición sine qua non de la geografía de la ciudad de Valparaíso.

Sin embargo en nuestro paisaje cotidiano en Valparaíso cuando nos vemos enfrentado sobre todo a las apropiaciones y resignificaciones del sujeto sobre su espacio publico, o su espacio privado, en ¿que residirá la potencia de la materia en Valparaíso? (imagen del autor)

Nomenclatura Poiética

Una pregunta descifra mucho más que un mapa o un tipo de narración descriptiva a una ciudad en-si, un Valparaíso profundo que es al mismo tiempo mínimo y universal, liso y estriado, oscuro y expuesto, quizá es la experiencia construida como huella y sobre-expuesta a un tiempo circular.

Estas condiciones de lugaridad porteña que hemos ido configurando y connotando, nos indican que no es un contexto habitual sino que responde y anima nuestras lecturas de uso y de experiencia sobre lo habitual, abriendo una posición sobre la integración de éstas coexistencias, y reconociendo al estar con-sentido a través de la asociatividad de lo intercultural, de sus símbolos, elementos configuradores socio-morfológicos y cotidianidades. Recordemos, Gabriela Mistral decía que Valparaíso es una ciudad que no permanecía en un lugar fijo, la loca geografía de Valparaíso y el ethos de su inspiración poética construyen un representar el sueño de la utopía. El habitante de la casa transparente donde habita la imaginación, según el imaginario poético del puerto, son ejemplo de esta coexistencia de experiencias de diferentes realidades que representan y re-elaboran el imaginario de esta ciudad. La imagen del espacio se convirtió en estado de conciencia, de la exclusión, la desigualdad y la discriminación. La escena de Valparaíso es el lugar del relato y las representaciones donde emerge el sujeto y su red de relaciones, transformándolo en actor. La comunicación logra articular espacios, y en la convivencia dialógica y la operatividad de la cronotopía construyen territorios donde las fronteras entre lo real y lo imaginario apenas constituyen un aspecto diferencial de los sentidos que dan forma a nuestro itinerario vital y a sus relatos de vida. Estas cualidades y condiciones me encaminan a pensar que Valparaíso esta construida a partir de una condición matérica donde el sujeto con su huella sobre el espacio, a través de una tectónica, opera a través de la extensión y asociatividad que conmueve y configura una relación de materia y ciudad. Recordemos que para Aristóteles, la condición de materia poseía una cualidad receptiva en su forma, es decir, que la materia puede ser todo aquello capaz de recibir una forma, y junto con lo anterior materia además, es potencia de ser algo, siendo el algo lo determinado por la forma. Sin embargo, en nuestro paisaje cotidiano en Valparaíso cuando nos vemos enfrentados sobre todo a las apropiaciones y resignificaciones del sujeto sobre su espacio publico, o su espacio privado, en ¿que residirá la potencia de la materia en valparaiso?
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Valparaíso como pura exterioridad desplegada, Valparaíso es un umbral del lenguaje, donde la escritura de sus huellas sobre la geografía y su cota, demarca un espacio de la memoria donde no hay olvido, por que no hay recuerdo igual a otro, es la memoria de lo que la palabra esta aun siempre por decir, es rumor de limites (imagen del autor)

Notas

[1] La notación del intérprete pertenece a una reflexión sobre las diversas formas de construir paisaje cultural, a través del reconocimiento del valor de la re-presentación y su valor simbólico de ciertos instrumentos desde mapas, cartografías, calcos, e instrumentos de registro permiten reflexionar sobre la experiencia urbana y su huella material. Este tipo de notaciones y prácticas permiten reflexionar sobre notas de arquitectura, sociología, antropología, y etnografía urbana junto con un tipo de cultura emergente que, claramente contextualizada, ubica a lo cotidiano como fuente de re-lecturas biográficas de los modelos, tipologías, y estructuras socio-políticas ejemplificándose en tomas de partidos socio-espaciales y modelos de producción. Esta relación entre la ciudad y este entre-tejido inmaterial se conforma por una inscripción del sujeto sobre el espacio público a través de las resignificaciones sociales y espaciales que sus propios habitantes realizan a través de viviendas de autoconstrucción y extensiones de lo social que actúan en la tectónica cotidiana.

2 José Llano Arquitecto Independiente e Investigador Urbano. Docente de las Escuelas de Arquitectura de la Universidad Andrés Bello y del Magíster de Paisaje e Infraestructura Contemporánea (FAAD) Universidad Diego Portales. Coautor del libro La Enseñanza del Proyecto editado por la Universidad Central; Co-autor del libro Santiago. Memorias, Imaginarios y Cotidianos editado por la Universidad Central; Co-autor del Libro Propagaciones editado por la Facultad de Arquitectura y el colectivo Criptonita de la Universidad Técnica Federico Santa María. En la actualidad, trabaja de Arquitecto y editor general del colectivo Apariencia Pública y del magazine internacional ACT plataforma colaborativa.

3 Aliata, F., Silvestri, G. (1994) El paisaje en el arte y en las ciencias humanas. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.

4 ídem n3 Silvestri, G., Aliata, F. (2001) El paisaje como cifra de armonía. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires.

5 LEAL, María Micaela “El turismo y la sustentabilidad perdida en áreas con valor patrimonial.”, en AA.VV. Ponencias Primer Congreso Internacional para la Conservación del Patrimonio Cultural, Organizado por el Comité Ecuatoriano de ICOMOS, Riobamba, 9-12 de noviembre de 1994, pág. 155

6 LEAL, María Micaela “El turismo y la sustentabilidad perdida en áreas con valor patrimonial.”, en AA.VV. Ponencias Primer Congreso Internacional para la Conservación del Patrimonio Cultural, Organizado por el Comité Ecuatoriano de ICOMOS, Riobamba, 9-12 de noviembre de 1994, pág. 155

7 Idem n6 p.90

8 Según Mijail M. Bajtín, es la correlación esencial que se da entre las relaciones espaciales y temporales en la obra literaria en general y la narrativa en particular… Con Bajtin sabemos perfectamente que espacio y tiempo no existen separadamente; que no hay espacio sin tiempo, ni tiempo sin espacio, por más que nuestras operaciones separadoras (conocer: cog-noscere es separar, dividir) insistan en ello. La noción de cronotopo es mucho más que un término feliz: es un concepto que se resiste a ser pensado, y que insiste en ser vivido, vivenciado, experimentado… Por ello, como reproducción del macrocosmos al que pertenece, todo relato (microcosmos) tiene su big-bang (y su big-crunch): un principio y un fin en el tiempo, pero también una apertura y un cierre de la espacialidad instaurada a través de las palabras, de las imágenes visuales, de los sonidos no verbales, etc., desde el desembrague... (¿Será preciso recordar las implicaciones espaciales de refero y relatus? ). Entrar en la reflexión del espacio como un simple "decorado" (aunque sea -y ya es mucho- un "decorado mítico") es una torpeza. El espacio es un constituyente de la ex-sistencia para los seres materiales. Ex-sistimos en el espacio. El ex- marca el punto cero, la in-ex-sistencia. Toda sistencia (toda consistencia, asistencia, resistencia, persistencia, insistencia, desistimiento) se da en el espacio.O el espacio es, básicamente, un en. Y nosotros -que no paramos de discurrir- somos, fundamentalmente discursos en tránsito (¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?)."

9 Es decir, por una mirada combinada por la actuación de un sujeto en su medio social y físico, que responde por medio de una transformación de la realidad o un adaptarse a ella, como una especie de equilibrio que construye la “cultura” de cada sujeto en medio de la red de relaciones sociales espacio-temporales.

10 ....¿Que podemos esperar del hombre? Una sola cosa: actos. Pierre Joseph Proudhon

11 … los “modos de producción” son bases de una red compleja y contradictoria de articulaciones y desarticulaciones sociales, culturales, ideologías, políticas; y especialmente, se define también como un modo de producción de subjetividades colectivas tanto como individuales. Gruner, Eduardo. El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico. Capitulo, una cuestión de límites. Edición Paidos (espacios del saber) pp 79-80

12 Alan Read. Architecturally Speaking. Practices Of Art, Architecture And The Everyday. editorial: routledge 2000.

13 Muntañola, Josep. Serie de cuadernos Arquitectonics. Mind, Land & Society. Numero 2, Arquitectura, Modernidad y Conocimiento. Ediciones UPC. Barcelona 2002. Este tipo de concepto, aparece en el dialogo sobre la mutación moderna, de nuestra sociedad y la relación “entrelazada” que debería tener con las demás artes y ciencias; como desde el campo de la arquitectura, se instalan nuevas categorías sociales, culturales y políticas, que interactúan dentro de la historia “real” y “el espacio del relato”, el imaginario social.

14 Tenemos en primer término las utopías. Las utopías son los lugares sin espacio real. Son los espacios que entablan con el espacio real una relación general de analogía directa o inversa. Se trata de la misma sociedad en su perfección máxima o la negación de la sociedad, pero, de todas suertes, utopías con espacios que son fundamental y esencialmente irreales. Hay de igual modo, y probablemente en toda cultura, en toda civilización, espacios reales, espacios efectivos, espacios delineados por la sociedad misma, y que son una especie de contraespacios, una especie de utopías efectivamente verificadas en las que los espacios reales, todos los demás espacios reales que pueden hallarse en el seno de una cultura están a un tiempo representados, impugnados o invertidos, una suerte de espacios que están fuera de todos los espacios, aunque no obstante sea posible su localización. A tales espacios, puesto que son completamente distintos de todos los espacios de los que son reflejo y alusión, los denominaré, por oposición a las utopías, heterotopías: y tengo para mí que entre las utopías y esos espacios enteramente contrarios, las heterotopías, cabría a no dudar una especie de experiencia mixta, mítica, que vendría representada por el espejo. El espejo, a fin de cuentas, es una utopía, pues se trata del espacio vacío de espacio. En el espejo me veo allí donde no estoy, en un espacio irreal que se abre virtualmente tras la superficie, estoy allí, allí donde no estoy, una especie de sombra que me devuelve mi propia visibilidad, que me permite mirarme donde no está más que mi ausencia: utopía del espejo. pero es igualmente una heterotopía, en la medida en que el espejo tiene una existencia real, y en la que produce, en el lugar que ocupo, una especie de efecto de rechazo: como consecuencia del espejo me descubro ausente del lugar porque me contemplo allí. Como consecuencia de esa mirada que de algún modo se dirige a mí, desde el fondo de este espacio virtual en que consiste el otro lado del cristal, me vuelvo hacia mi persona y vuelvo mis ojos sobre mí mismo y tomo cuerpo allí donde estoy; el espejo opera como una heterotopía en el sentido de que devuelve el lugar que ocupa justo en el instante en que me miro en el cristal, a un tiempo absolutamente real, en relación con el espacio ambiente, y absolutamente irreal, porque resulta forzoso, para aparecer reflejado, comparecer ante ese punto virtual que está allí.
Articulo de Foucault, Michel. Los espacios otros. Revista Astrágalo n7 ed, celeste. Madrid 1997.


15 En Eupalinos ou l’architècte, Paul Valéry se imagina un diálogo entre Sócrates y Fedro. Sócrates habla de una “cosa tirada por el mar”, encontrada en la frontera entre el agua y la tierra, deshecho enigmático, una de esas “cosas que la fortuna devuelve a los furores litorales y al litigio sin salida de la ola con la orilla”. Fedro pregunta cuál es la materia de la cosa; y Sócrates responde que es “de la misma materia que su forma: materia de dudas”

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