martes, 22 de junio de 2010

Escritos al margen

Eduardo Rapimán


Las acciones bélicas “Pacificación de la Araucanía” y la “Campaña del desierto” marcan la derrota militar Mapuche de fines del siglo XIX, estas nos situaron en la dispersión cultural de una sociedad de “post-guerra”, ciudadanía bajo sujeción, dirigidos al empobrecimiento, a la reducción y la estigmatización, con suficientes marcas para entendernos como “desterrados de la modernidad”, desvinculados en la configuración de la nueva patria, negados, indigenizados.

Cuando aprecio, entonces, la idea de reivindicación Mapuche, muchas lecturas transitan en la problemática política y territorial devenida de esta época. En las mecánicas de construcción de identidad nacional chilena versus lo indígena. En las ciencias y nuevas tecnologías que poco a poco aportaron a los abismos que separan nuestras realidades.

Pienso en el momento en que “Mapuche” recupera un ideal nacionalista.

Pero evitare una hilarante declaración de principios o retraerme en una coraza etnográfica. Pretendo en general superar la paranoia del terrorismo, como también las auras exóticas al referirse desde la diferencia. Porque la inviabilidad del actual escenario lo requiere, lo que pretendo es situar una observación sustantiva y sensible de una cuestión de significativo impacto en la imagen y devenir de este país, la diversidad multicultural que reclama su presencia, desde un propio sentido Mapuche. Observación desde las fronteras abstrusas que nos asisten, con fracturas y vacíos naturales. Y digo fracturas y vacíos en relación al ideal vernáculo de la identidad mapuche, como una suerte de figura en rompecabezas con piezas ausentes, quebradas o dislocadas, y que sin embargo conforma densidad suficiente para enfrentar el debate critico desde una imagen vigente y especifica de identidad en la contemporaneidad.

Al respecto, en un diálogo doméstico con mi hermano mayor, reflexionamos sobre las equivalencias del pensamiento (rakizuam) mapuche tradicional con la imbatibilidad de un dogma de fe, de lo orgullosamente incuestionable de la cultura profunda y la figuración que sintetiza la condición del ser (ché) en lo absoluto (WallMapu). Su gráfica resumida en el Kultrún, la ha sido publicitariamente explotada hasta validarse en la mecánica de denominación de origen, como garantía de singularidad. Así, los elementos gráficos, la confección de imágenes cada vez mas sofisticadas en conflictuados escenarios político-sociales deviene en una inquietud de habitabilidad y filiación en las nuevas estéticas instalada en el flujo de información, validando una resistencia trans-cultural, que hace frente con eclécticos métodos a los propósitos de asimilación.

Dentro de esta relación ambigua de sentidos, escudriñar, someter a juicio la historia oficial reciente y la negación impuesta, se ha transformado poco a poco en una insolencia a la republica, ya que el llamado al encuentro realidades nos expone al oscuro reflejo de la condición colonialista que el chile republicano no quiere reconocer; entonces, la validación de la memoria como fundamento de reivindicación nos esta exigiendo innovaciones y percepciones para de ampliación de lógicas y sentidos por sobre la condición intercultural que nos es intrínseca, más una cierta invitación a que la ciudadanía adscriba con voluntad de urgencia a los procesos de transferencia intercultural, a modo de exportar experiencia.

A todo lo anterior debo agregar lo complejo de dar forma a las circunstancias en las que emerge el sentido de autonomía Mapuche y su repercusión humanista. Pensando en que la memoria Mapuche no tiene ofertas de mesías y no promete un edén a los convertidos. El sentido de autonomía se expresa entonces como una confrontación afectiva a las diversas fuerzas que coartan el natural deseo de liberación secular, a los diversos aspectos que confabulan la apreciación de la realidad inmediata. Hemos sido desterrados de la modernidad y la respuesta ha sido activar y defender nuestra propia modernidad, demostrando la capacidad de posicionar nuestra propia lógica y flujos de sentido y, partir de ella, establecer nuestro propio devenir, haciendo uso de toda la historia universal, las tecnologías y acciones que permiten la cohesión a la idea de pueblo culturalmente definido.

Reivindicamos, por cierto, mucho mas que los derechos territoriales y culturales, reivindicamos el valor de la presencia por sobre dimensiones teóricas, reivindicamos tiempos y contemplación que difieren de los esquemas sociales estables, actuando de forma transversal a los múltiples métodos de apreciación.

Hoy, haciendo eco de múltiples voces, impugnamos, en esencia, la hipocresía del discurso republicano en sentido a la sustentabilidad de la condición humana, obviamos las zanjas impuestas a la historia y reclamamos la vigencia desde un contexto que se desborda en las fronteras.

Aproximo estas ideas desde los conflictos, el impuesto por sujetos representantes del Estado, el impuesto por el escenario internacional, y el conflicto simbólico de entender que “indígena” no es más que una categoría socio-política que la emancipación ReChe enfrenta con integridad.

El sentido se hace verdad en el reflejo y para visualizarse en los reflejos actuales es importante mencionar que 1998 fue el año en que se inicia una nueva relación oficial; la quema de camiones y maquinaria en la comuna de Lumaco dio el puntapié al actual perfil de la demanda territorial Mapuche, la criminalización y judicialización. Operación solapada al conocimiento público pero que es la vanguardia al 9/11, que desató la guerra de occidente a un supuesto terrorismo internacional, y que ha sido argumento efectivo para validar abusos extremos y asesinatos a personas definitivamente inocentes en nombre del mantener vivos los fantasmas del miedo a la diversidad cultural y el derecho de los Pueblos.

Por esto, gran parte del quehacer de la acción social y la comunicación Mapuche gira en torno al ámbito del derecho y la coyuntura de casos emblemáticos. Donde se pone a prueba las apreciaciones e instrumentalización de valores y moral en función de, a criterio personal, profitar de la misma dicotomía. De más está mencionar la retorcida presencia en el imaginario ciudadano de jóvenes asesinados, juicios viciados, impunidad, a la cual se ha sometido a personas tan reales como usted, más allá de nuestras diferentes y/o comunes realidades.

Pero superando la impronta del contexto legal, me permito mencionar en metáfora que no se puede tener encerrada todo el día a la Nana en la cocina, en algún momento su presencia en la mesa será inevitable y quedará saldar hasta el sabor. Quedará asumir que la estrategia del patrón ya no funciona y que la prepotencia es solo el argumento de la ignorancia. Pero lo cierto es que ese día comeremos bien, mucho mejor.

Es por vivir en un territorio de alta tensión (Ralco en la memoria) que junto Cueto y otros, nos hemos lanzado a la contemplación de los fenómenos que se desatan en este sistema, de las maquinaciones y el resplandor de lo humano en función de la supervivencia. Hemos invertido en dislocar el propio sentido de la identidad y asumir que el diálogo requiere amplitud de percepciones y posibilidades, exhortar el valor de la actitud, nuevos territorios y mucho de aquello que aun no tiene nombre. Luces de una respuesta vendría de la mano de una articulación, reordenamiento y revitalización de las artes visuales más allá del acontecimiento y retroalimentarse con la interrelación de diversas disciplinas, para el encuentro de realidades, fundamentalmente desde la producción de obra visual vinculante al conocimiento social. Lo que suena repetitivo o casi política cultural, pasa a ser un conjuro de encantamiento en las prácticas propias del las artes visuales en la Araucanía.

Sostengo la importancia del rol de las artes visuales contemporáneas para abordar las problemáticas del encuentro de realidades en la armonía de la transferencia cultural sensata y de mutua ponderación. Estos últimos años han sido fructíferos en la Araucanía en el reconocimiento de un arte contemporáneo Mapuche que problematiza metodologías y formulas pero que sin embargo toma posición en la mesa y se abre al debate de la creación local y alimenta la sinergia del efecto arte. Sumo mis energías para esto.

En el amplio espectro de la sociedad Mapuche, a la vanguardia critica y reflexiva la hemos llamado movimiento Mapuche, la que desde sus distintos bordes el reclamo parece decantar en una figura de múltiples posibilidades, ReChe, algo así como el “hombre de Vitruvio” y principio de equilibrio metafísico, ideal en el horizonte y respuesta. ReChe: gente de verdad, “ser verdad” para ampliar las emergencias humanas y alcanzar la legitimidad, motor de la moral Mapuche que explora por las múltiples necesidades, en formulas y lógicas, transformando su imagen y navegando en el mestizaje con la certeza de la rehabilitación en la imagen y en el mismo arte.

El efecto de las migraciones forzadas durante la época de la “radicación” facultó a la memoria y el ideal ReChe de efectivos artilugios de movilidad, la lógica múltiple, el humor, el arte moderno, el rencor, muchos más resueltos en la interculturalidad, y con los cuales se a desarrollado una celeridad particular hacia la modernidad que nos es propia. Aquí, la movilidad comprendida como una certeza al perfeccionamiento ha evidenciado la inviabilidad de los modelos competitivos y que en la presión de la dicotomía cotidiana se ha generado el desborde y crisis del sentido común.

La conciencia y la materia no son separadas. Feley.


Links de interés:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=14279

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