martes, 22 de junio de 2010

Movilidad y dibujo

Gonzalo Cueto


Que pasa cuando desde lo que parece ser una agenda noticiosa, producto de la judicialización de un conflicto, se empieza a generar una estética imaginaria que reproduce y reafirma ciertos estereotipos importados y producidos dentro de una constante inercia enunciativa.

Nos referimos a una recepción imaginal que podríamos atribuir a una serie de acciones y resultados que generan un campo a priori de representaciones, una estela imaginaria básica para un tipo de consenso blando, complaciente y de efecto fugado. Después imaginemos esa estela en múltiples planos, espacios y lugares del mundo contemporáneo. Y en varias intensidades bajo distintos nombres-regímenes, a la vez, esta estela resguardada mayoritariamente a través del mercado y también a veces policialmente, creando zonas de confusión y lavado de imágenes. Entonces ahora imaginemos esa zona policial-militarizada en donde posiblemente el lenguaje del otro es la amenaza a reducir y estereotipar.

Desde aquí, ya podríamos anticipar una serie de características expandibles a varios soportes en que se desenvuelven sus ciudadanos fantasmales[1].

Imaginemos una serie de ondas+acciones (Líneas de producción de subjetividad) que atraviesan y definen una especie de esfera pública en donde se bosqueja la democracia; aunque quizás ese bosquejo no alcance nunca para dibujo.

Quizás no alcance a declararse nunca el dibujo, en ese mapa. Ahora imaginemos los alrededores de 1850, cuando la representación de la Araucanía impedía continuidad de la línea que encerraba el posible dibujo cartográfico de Chile, habían trazos sin clausuras, donde perfectamente cabía la amenaza de lo otro, lo no representable, que está fuera de nuestro lenguaje. Había un salto y ese salto habilitaba el espacio o zona sumergida, fantasmal, fronteriza para el estado que quería ser moderno. Un espacio donde convivirían mas tarde lugares que desde fronteras que se miran pero que no se representan, serían productoras de ecos sin retorno.

Ahora saltemos a esa zona y olvidemos Chile o cualquier mapa por un momento.

Imaginémonos en ese momento de permanecer sumergidos respirando por una especie de tubo de pasto, escondidos en esa ciénaga, mientras el cuerpo abatido está siendo rodeado y vigilado por la mirada policial. ¿Cómo permanecer o sobrevivir con el acecho sin ser abatidos también?

Es en este espacio donde se debate al dibujo y que también podríamos decir que determina y abre un momento estético de “estar a escondidas”, el ser; sin poder ser borrado aún.

En esta época contemporánea de la sobrerrepresentación, la generación estetizada y estatizada de todo lo que pueda aparecer; paradójicamente aparece algo, algún otro, que permanece escondido de espaldas, sumergido y mirando al infectado cielo[2]. Como la parte inconclusa, la pieza y el trazo que nunca encajará en esa máquina aspiracional de dibujo que encierra ese estado moderno.

Entonces es desde aquí, en la imposibilidad del dibujo aspiracional donde no se alcanza a cerrar la línea, que es posible la permanencia, aunque sea momentánea, de una zona de posibilidades que puede ayudar a visualizar salidas en escondites invisibles capaces de producir desmontaje al montaje.

Aproximarse básicamente a la idea del desmontaje, en algunos lugares de la nueva América hombre+caballo=dios, aquí era invasor; situación posible que se reproduce i-maquinalmente ante los allanamientos que buscan imágenes. Sucesos que caen desde el aire en pequeños espacios reductos donde niños desarrollan esas lecturas, en esas imágenes. Y nos podríamos imaginar la intensidad de esas miradas, mejor aún, si esas miradas trazaran líneas en el aire, ¿que dibujos aparecerían, que líneas serían mas intensas? .Tenemos entonces un espacio-zona en donde se experimenta la zona borrosa de este dibujo aspiracional. Así, vemos el momento del allanamiento como operación de producción imaginal, que provee el bosquejo estructural del estereotipo. Asediados entonces de lo posible por ver. De toda la máquina jurídica actuando desde el vacío legal que la legitima. Dibujando líneas que admitirían lo que posiblemente “puede” ser visto.

Entonces, hay un dibujo aspiracional que nace de líneas proallanamientos, aunque también tenemos esa zona borrosa, empantanada, con agua que parece estancada, pero que al fin y al cabo produce niebla luminosa, como un soporte de sustentación antagónica y de acecho para re-mirar a la mirada hegemónica oficial que construye los efectos de líneas. Y es porque quizás, la identidad[3] o las identidades no son más que efectos de agenciamiento articuladas por algún hegemónico poder, que provee de representaciones e imágenes capaces de consensuar una supuesta seguridad. El sentirse dentro y no fuera, como si realmente en que la acción de creer en una imagen fuese creer en su efecto, en su relación de sintetizar un deseo, clausurar un imaginario, hacerlo eficaz en su señalética, para que transcurran las intensidades sin tocarse ni rozarse, para definitivamente, filtrar al peligro de lo irrepresentable.

Pero el porqué de la necesidad de clausurar a otro como la amenaza de ese dibujo; y es porque quizás pueden haber relaciones con los otros modos de representaciones plásticas que en su soporte mas conocido, dispositivo llamado cuadro; que secuestra a la imagen en pintura y la hace colgar dentro de un oscuro habitáculo, funcionaría como agente encubierto, que trazaría esas posibles correctas admisiones de mirar.

¿Cual es la posibilidad de una recepción estética desde esta zona, en donde lo que aparece es objeto de desaparición? Acaso sea como una zona de vanguardia de la fuga de agua dentro de una gran nube. Imaginémonos prácticas artísticas dentro de esa zona, o el preguntarse y dejarse arrastrar por la fuerte interpelación del desmontaje. La imagen en vez de capas tendría tiempos. Pasando de una especie de barroco material a uno inmaterial expandido, resultado por el desenfoque de la mirada, producto de su movimiento. Es que andaríamos definitivamente desenfocando la mirada para poder ver esas zonas de escondites iluminados.

Tenemos un territorio minimal en decadencia post-póvera, lleno de caminos bordeados de erosiones en grisallas terrosas. Este es el escenario; además de las torres, cercos con candado, guardias y eternos sospechosos. ¿Qué pasaría si entonces lanzamos a un pintor realista atravesando esta zona?; algún grado de movilidad se desarrollaría, como trabajaría en -esa- representación de –ese-paisaje; sería capaz de demostrar que quizás el estar fuera ya no exista y suponiendo esto, proponemos entonces un aumento de realidad, donde se adhieran otras representaciones; no tanto como la realidad expandida por software, sino, por desenfoque de la mirada.

Es que desenfocar la mirada sea una práctica de dibujo, trazando rutas en medio del espacio-dentro, sin afuera y con la amenaza de ir terminando de la peor manera, como un sendero de Chile en medio de esa zona borrosa. Pensemos en caminar sin refugios, con la alimentación necesaria para no morir de hambre y al mismo tiempo haciendo del arte como un vomitorio[4], que nos permita deambular correctamente en ese barroco expandido sin capas de representaciones, que por lo menos nos permita mantener líneas antagónicas, agonísticas[5] que tracen la porfía del estar a escondidas, no para mantener su permanencia en ese estado, sino, desviar las iluminaciones que lo hacen aparecer.

Pensemos en el dispositivo cuadro, como un correcto secuestrador de la pintura, ahora en medio de una gran cosecha de pino dimensionado en etapa skider fun race dejando sus huellas-caminos, como la textura lineal que invade de ruido a este sistema. Este dispositivo cuadro ¿serviría para algún tipo de representación que atrape o devele imagen? Ayudando a bosquejar el dentro, paradójicamente abre la posibilidad del estar fuera. Esconderse en ese barro, es estar representado en la zona borrosa del no dibujo. Estamos entonces en esta zona que admite lo agonístico de miradas cuando paradójicamente es el sistema hegemónico de representación cuando invade de lenguaje fácil, lo irrepresentable, estereotipando su fachada, que le da sentido al ir densificando su estar fuera como propiedad por desidentificación automática.

Ahora, el estar fuera –estando- dentro. Cuando la arquitectura de todo es estar dentro. Cuando el afuera es permanentemente inserto y agenciado. Aunque sea sin centro, aunque intervengan y secuestren al lenguaje de la sospecha. Volveremos al estar a escondidas sin ser sospechosos de estar escondiéndonos; será como rearticular el lenguaje formulario en otros niveles para ver que pasa con la lectura institucional y que esta pase rápido, como en un paseo.

De Sendero de Chile a Chile proveedores, pasando por zona borrosa, dibujo aspiracional, estar dentro y no esconderse, suponiendo este sistema como mapa de visualización de datos, minería de significados, oponer exploración en la realidad aumentada por desenfoque de la mirada que nos permita la correcta deambulación por sus sentidos. Purificación de la resistencia por efecto de la neblina.

Un observador caminante, envuelto en niebla, circulando por el espectáculo proallanamientos, oponiéndose al cuerpo acotado del régimen señalético de los acuerdos, apoyado por el pintor realista que le provee de imágenes eficaces a la hora de otorgarle seguridad en su rumbo deambulatorio. Así, en medio de todo ese régimen de enunciación y recepción, podemos ver a lo menos una capa de recepción estética para alguien. Ese alguien, no es más que el receptor del monitor, en constante situación de tránsito, como “sujeto regionalizado”, disponible como receptor y mediador de imaginario; construido peligrosamente también en esa estela básica concensuada sin conflictos de la mirada hegemónica con miedo al que no se puede ver. Peligrosamente mediado y también medido. Paradojalmente imbuido de poder de deseo de más, sin miedo a la escasez de imagen que realmente le circunda.

De la imagen material a la imagen fantasma[6], ya estaría todo dado para la multiplicación de las creencias. Pasando de una material táctil a otra presencial-aparicional, mediado por cualquier soporte que rinda y transmita como imagen. ¿Cual sería el sentido entonces de tramar una especie de trampa, invocando la práctica artística a esta zona borrosa, sin ser iluminados tan fácilmente? Tomemos 2 efectos enunciados en la Araucanía como para previsualizar un campo de incontinuidades. Efecto Ovalle y efecto Orielle Antoine; el primero propuesto por E. Rapimán y el segundo propuesto como pre-lectura en la IV bienal ciudad de Temuco en el 2006. En el efecto Ovalle, tenemos a la cruz de Limache o Cristo del Canelo, (Imagen de Cristo, saliendo del mismo árbol) efecto Orielle Antoine, como sujeto de autolegitimación estando dentro-dentro del afuera. Si juntamos ambos efectos como tramas que piensan una trampa, tenemos un concentrado visual digno de la más alta impureza, capaz de resistir muchas mediaciones de sentido. Como producto que garantiza una especie de visionado atento a quien lo mira.

Estamos en un espacio coyuntural manejado por dispositivos que agencian la circulación de imagen como algo puramente recepcional, sin atender el sentido de su propia producción; de ahí el nombrar la escasez de imagen como consecuencia de su permeada adaptabilidad. Tenemos entonces un territorio-espacio-zona borrosa- como el depósito político de una ideológica imaginal basada en la ceguera estructural de un sistema que paradojalmente todo lo vería.

Y así sigue el pintor realista lanzado a la zona borrosa como traficante de imaginario débil. Perdido en los caminos de skider, entre música ranchera y pacificación ciudadana.

Tomamos entonces la impureza como mapa pertinente a la cartografía pacifista. El rendimiento simbólico de la niebla por sobre la iluminación de la carretera. Así primeramente, destacando la zona borrosa por sobre el dibujo. Visualizando La Tasa de discrecionalidad concensuada, que sería la medida para acotar la escasez de imagen que afecta los imaginarios; rayando el espacio de lo representable en multicanchas de identificación para todo ciudadano. Entonces de zona borrosa pasamos a multicanchas de identificación en cualquier parte de Chile. Ampliando el dibujo a otras zonas seguras, avecinándose quizás las últimas novedades de este tipo de regulación poblacional en la región militarizada en proyectos de reducciones expandidas, con el mérito técnico de expandir una mínima realidad precaria a una constelación de oportunidades micropyme.

La producción estética de las reducciones expandidas sin duda serían ejemplo de superación de los efectos un techo para Chile. Así, en medio de la vorágine, con el pintor realista obligado por la representación recorriendo senderos de Chile en medio de todas estas articulaciones. Mediaciones del paisaje, del sujeto y las identificaciones. Intensidades para consumir y retransmitir en estado de unidades nacionales.

Apenas podemos ver al otro, toda la pintura-cuadro Chilena como plazas de armas. El dibujo aspiracional, lanzándose desde helicópteros. La palabra apariencia trasladada a falsa resistencia. Las líneas de miradas trazando un falso horizonte contiguo. Así, invocando identificaciones para unir, desarrollando lo que pueda representarnos, para hacer de lo que nos mira, como si no mirara más que nuestras necesidades.

Producción de lo precario en nueva fase cultural, para imaginar todo lo anterior como la sana confusión después de saber que siempre las hegemonías permanentes caen de pie. Vale situarse al costado de la carretera.

Entonces, después de una relación de sentido, en que la producción del otro se reconozca como autoproducción; la estética del estar a escondidas. Sumergido en la ciénaga, para permanecer no visto. Aquí, el dibujo que nunca terminará; abastecimiento para la producción de borradores, para la ciudadanía. Quedarán zonas de situaciones que dispongan perspectivas opacas a la iluminación.

El porqué de la porfía zona fronteriza, queda como resabio local de antigua resistencia. Situando aunque sea como capital simbólico, un apartado que sea móvil a la mirada institutiva, aunque al mismo tiempo verosímil para estereotipar; y es que desde ese ámbito de lo todo combativo, quizás no quede más que la forma nostálgica alimentada por la historia oficial. Así, se abren otros conceptos, dejando al anterior como la nube principal que mezcle irónicamente y provea de toxicidad necesaria a quienes apuesten desde los imaginarios impuros para establecer una primera línea a la estela consensuada del acontecimiento judicializado.

Así podrían aparecer procedimientos de infectación a las identidades esenciales y agenciadas por las hegemonías oficiales.

Aproximémonos ahora a la triangulación Reche, movilidad y desborde, Reche devenido como camino “no sendero de Chile”, a unos efectos Orielle Antoine como ecos de una movilidad en constante niebla luminosa, todo junto desbordado no como micropyme, sino como la acumulación de la impureza visual como un agenciamiento rito[7] que podría articular un acercamiento para tratar de hacer valer el estar fuera de la línea[8]. Fuera del foco operativo iluminador. Es decir, tratar de habilitar una zona móvil que condense quizás la niebla o mejor la ciénaga donde se puedan esconder los que quizás puedan permanecer lo justo y necesario, para así, contar lo que verdaderamente podría estar pasando.

Notas

[1] Fantasmal, llevando la noción de fantasmagoría postmoderna encarnada al ciudadano como miedo constitutivo de baja intensidad.
[2] Infectado Cielo. Exposición Colectiva en la Gauct. 5 junio al 5 de Julio 2009. Luis y Víctor Cifuentes, Lino Ranguileo y Erwin Quintrupill. El dispositivo pictórico utilizado por Víctor Cifuentes consistía en trabajar con distintos fragmentos sobre el soporte de papel del Diario El Mercurio.
[3] en la noción de “diferencia”, entendida como no identidad, como una desemejanza mayor que la del concepto lógico de diversidad y del dialéctico de distinción. 32pp. El Arte y su Sombra. Mario Perniola. 2002.
[4] ante un fondo de imágenes, ante el equilibrio y la transparencia, parece decirnos toda una faz del arte de la contemporaneidad, ya sólo nos vale el desequilibrio de lo visual, la inestabilidad de lo apenas visible o demasiado visible. La decepción de la mirada. Lo Infra y lo supra. La sombra y la sobra. La oscuridad y el resto. La so(m)bra. Desaparecer o vomitar.pp60. La So(m)bra de lo Real. El arte como vomitorio. Miguel Angel Hernández Navarro. Cendeac 2006
[5] La principal tarea de la política democrática no es eliminar las pasiones ni relegarlas a la esfera privada para hacer posible el consenso racional, sino movilizar dichas pasiones de modo que promuevan formas democráticas. La confrontación agonística no pone en peligro la democracia, sino que en realidad es la condición previa de su existencia. pp20. Prácticas artísticas y democracia agonística. Chantal Mouffe. MAC Barcelona 2007
[6] de la imagen material a la e-imagen. Jose luis Brea plantea la recepción actual de la imagen como un aparecer fantasma de esta, subviertendo sus mismos soportes llevándolos a una permanente radicalización de su aparecer, por tanto llevando su lectura mas allá como insumo de representación a uno de configuración mental permanente.
[7] El rito, pues, es también un pacto socialmente desestabilizador: al exponer dramáticamente el lado oscuro de las instituciones, al mentar al seco, deseos y temores soterrados, al nombrar al enigma sin intentar revelarlo, trastorna su curso regular y pone en discusión la armonía del contrato que la sostiene. Pp184. La Maldición de Nemur. T. Escobar. Cendeac 2006.
[8] Pero el deseo tiende, por su propia naturaleza a salirse del tema y partir a la deriva. Un agenciamiento colectivo de anunciación dirá algo del deseo sin referirlo a una individuación subjetiva, sin encuadrarlo en un tema pre-establecido. Pp158. Guattari Felix. Cartografía del deseo. 1995. basada en edición Chilena. Zegers 1989

Links de interés:

http://www.gonzalocueto.net/

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