domingo, 10 de junio de 2007

Algunas consideraciones sobre la post-industria y los nuevos medios

Sebastián A. Vidal Valenzuela
Licenciado en Teoría e Historia del Arte


“Un problema con nuestras instituciones es que no admiten que la única solución completa sería ridícula y que por lo tanto ésta no está hecha… Y la razón que no admiten que es que suena mal para los oídos de nuestra cultura.”

Stafford Beer.


El vertiginoso avance de la tecnología es cada día más inclusivo en sus procesos con el sujeto común, esto a raíz de una profunda internalización y asimilación de los códigos con los cuales la sociedad actual establece sus patrones de aculturación tecnológica. Mientras más progresos tecno-científicos se desarrollan, más importante se vuelve la pregunta por el origen fundacional de este “orden social”. Un orden que comienza a estructurarse a partir de cambios medulares producidos principalmente por el tránsito de una sociedad industrial a otra derivación que ha sido denominada como post-industrial, y que otros autores han llamado informacional. La génesis de ésta se reconoce en que las bases productivas en la sociedad del capital se hacen cada vez más dependientes a modo organizacional por el desarrollo de la tecnología y que ahora se interviene de manera cada vez más influyente en la condensación de flujos de información accesible. La organización de dichos procesos regenera un estado anterior de la sociedad industrializada, que materializa su constructo en una dependencia de los procesos productivos derivados de la técnica, iniciados ya en la época de la primera revolución industrial.

De esta forma y gracias a los adelantos que el desarrollo que la técnica ofrecía, los medios de comunicación se fueron extendiendo, las nuevas técnicas auspiciaron el desarrollo de puertos y trenes, los cuales se ampliaron a grandes autopistas y aeropuertos; los logros de la información se desarrollaron de manera asombrosa en nada menos que un siglo, así la prensa escrita fue apoyada por la radiofonía, la televisión y la red de Internet. El dominio de la información a través del globo se contrae y se hace parte de la vida cotidiana del sujeto; nace así la llamada “aldea global”[1].

Este progreso se estipula en un innegable avance tecnológico iniciado en los albores de la década de los setenta, en el siglo recién pasado. La electrónica y la informática han puesto a disposición de las sociedades industrializadas condiciones óptimas para el desarrollo de una revolución que se concentra hoy por hoy en los tratamientos de la información puesta en circulación. Esta dependencia entre el sujeto informacional y un medio asincrónico y multidimensional establece parámetros condicionantes que no sólo afectan a los mercados de bienes y productos; sino que también a sus dimensiones sociales y culturales. El sujeto de la post-indutrialización se ve inmerso en flujos de información a los que puede acceder fácilmente dados los bajos costos que tienen en el mercado tanto los bienes culturales como aquellas tecno-ciencias que facilitan el acceso a dichos flujos de información (televisión abierta, por cable o digital, radiofonía, telefonía celular e Internet)[2].

En la sociedad post-industrial las materias primas siguen siendo uno de los requerimientos básicos para la subsistencia; sin embargo, el nivel representacional (la imagen de ella) se ha visto sobresaturado por otro estado de necesidad; un estado impuesto especialmente por aquellos hijos muy legalmente reconocidos de esta sociedad del capital: la publicidad y el marketing. “Extasiado: así está el objeto en la publicidad y el consumidor en la contemplación publicitaria -torbellino del valor de uso y del valor de cambio, hasta su anulación en la forma pura y vacía de la marca…-“[3]. Lo anterior Baudrillard lo entenderá como los “aparatos de simulación de la realidad” o el “estado de hiperrealidad”. Es en este punto donde se presenta la imposición representacional de la economía del capital, asentando sus bases en una primera etapa sobre la consumación de lo mercantil por sobre el marco político, considerando para ello un orden de mercado ofertante y demandante poderoso y consolidado, que atiende cuidadosamente a su cliente liberalizando las telecomunicaciones y el flujo de la información

El avance progresivo de las economías consolidadas por el capital o llamadas del primer orden para clasificar y administrar los bienes y productos a través de procesos que ya no necesariamente se reconocen en función de la propia producción material sino que sobre el ejercicio de su información condensada y las comunicaciones extensivas, crea las bases propias para la construcción sistémica de nuevos procesos culturales. La respuesta de la acelerada producción material, lleva a cuestas un resultado de progreso y acrecentamiento en la generación de la tecnología; es así como durante la guerra fría tanto el bloque soviético como el norteamericano intentan; desde tomar la supremacía en la carrera espacial, hasta políticas desesperadas por consolidar la tecnología nuclear de manera un tanto irresponsable, como por ejemplo, los fatales resultados de hace 20 años en Chernovil.

A media aesthetic self-reflection.

Pero, ¿en qué momento surge esta estructura postmoderna, postindustrial -informacional? y ¿en qué momento las artes han entrado a dialogar con este proceso? Atingente resulta lo que menciona Cornelius Castoriadis en función de una respuesta dialéctica a estos términos, ya asimilados y consumidos en la cultura occidental. “(lo postindustrial y lo postmoderno, entendidos como)…la patética a incapacidad de nuestra época para pensarse como algo positivo, o incluso como transición. Así, es llevada a definirse como “pos-algo”, por referencia a lo que ya ha sido y ya no es, y a autoglorificarse con la curiosa afirmación de que su sentido es la ausencia de sentido y su estilo, la falta de estilo”[4]. Aún sin responder a un sentido lógico del fenómeno de la postmodernidad, el ya memorable ensayo de Habermas “La Modernidad un proyecto inconcluso”, nos entrega un claro y decidor punto para reconocer una génesis en la modernidad y su posterior “fracaso”, reconociendo en la Ilustración, la cuna fundacional del proceso racional y enciclopédico el cual idealmente posibilitaría el progreso indefinido e ilimitado de dicha razón áurica.

De esta manera se constituyen espacios para una lógica expositiva del modelo cultural de dicha iluminación y dos modelos configuradores de la función artística en el período. La primera conlleva a las “Exposiciones Universales”, celebrándose la primera en Francia en 1769, la cual apuntaba a muestras de pintura y escultura, integrándose posteriormente proyectos industriales. De la segunda línea provienen dos instituciones ilustradas: la primera conformada por el espacio expositivo de una burguesía pujante y que necesitaba presentar sus logros identificarios a través de los artistas, mediante la concepción del “Salón de arte”. Y por su parte la de un estado comprometido con la labor de sus artistas, que es parte de la consolidación y progreso de la república moderna: “El museo”.

Hoy podemos ver como dichas instituciones transitaron entre la modernidad y su proyecto, modelándose a los requerimientos propios de las sociedades contemporáneas, aun cuando son los propios artistas quienes ponen constantemente en “crisis” la posibilidad de relación con el espacio tanto en las vanguardias heroicas como en las post-vanguardias -transformando dicha crisis en la propia institución-. Las actuales condiciones institucionales de estos espacios expositivos difieren mucho de aquel primer momento, la inclusión de la tecnología ha posibilitado que muchos artistas y gestores culturales puedan desarrollar su trabajo a través de diversos formatos que principalmente lidera la plataforma web, liberándose de las ataduras institucionales que conlleva la inserción en el espacio de exhibición tradicional; la promesa de André Marlaux, en su Museo Imaginario[5], se vuelve más radical y significativa que nunca. Desde las productoras, estudios y laboratorios multimediales hasta los web blogs son hoy una referente fundamental de la pequeña consolidación de un sistema que adopta los propios medios de acceso como los fines productivos en un espacio ampliado y extensivo.

La red ha proporcionado a muchos artistas la posibilidad de no atar su trabajo en ella sólo como un espacio de difusión; sino transformar a ésta en su centro de operaciones y su motivo de preocupación artística “Se trata del arte mediático, arte con y en las máquinas, que ha sabido crear una relación mucho más natural con la tecnología, que ha creado una nueva raza de operadores, que también hay que decirlo, se ha vuelto más amable y que impone una nueva lógica instrumental, nuevos formatos, nuevas formas de lecturas, nuevos lenguajes, nuevas materias y formas de expresión”[6]. El aparato institucional vuelve a reflectarse en esta plataforma post-productiva integrando y haciendo parte del código de comprensión a los espacios sobrantes y muchas veces desechables con los cuales el operador post-productivo articula núcleos de reflexión sobre la propia subsistencia del arte en la era digital, lo que Borrieaud entenderá como aquel escenario vuelto forma: “los artistas de la post-producción inventan nuevos usos para las obras, incluyendo las formas sonoras o visuales del pasado en sus propias construcciones. Pero asimismo trabajan en un nuevo recorte de los relatos históricos e ideológicos, insertando los elementos que los componen dentro de escenarios alternativos”[7]. El artista digital se beneficia de lo que producen las grandes empresas de las TIC’s, desarrollando sobre sus softwares creaciones y reciclajes de la cultura audiovisual. Asimismo se consolida esta nueva generación de espectadores que “surfean” por multiplicidad de contenidos y espacios posibles, sin restricciones y limitantes; es por ello que la teoría, la crítica y los estudios visuales deben poner mucho más atención en la auto reflexión de este fenómeno medial como contingencia actual en la escena artística tanto en Chile como en el resto de la red.



Santiago, Junio del 2006.



[1] Mcluhan Marshall 1911-1980 y Powers B. R. “La aldea Global, transformaciones en la vida y los medios de comunicación mundiales en el siglo XXI”, trad. Por Claudia Ferrari 2º edición, Barcelona España; Gedisa 1992.

[2] Chile ostenta un lugar privilegiado en la región a nivel tecnológico, en nuestro país existen 2.5 millones de ordenadores y 9.8 millones de teléfonos de celulares, esta última en casi idéntica proporción por habitantes que Estados Unidos.

[3] Baudrillard, Jean: “Las estrategias fatales”. Editorial Anagrama – Colección Argumento, Abril del 2000 Barcelona – España.

[4] Castoriadis, Cornelius. “La época del conformismo generalizado”. En “El mundo fragmentado”, Editorial Altamira, Buenos Aires – Argentina y Editorial Nordan Comunidad, Montevideo – Uruguay, 1990.

[5] Malraux, André. Le musée imaginaire, in Les voix du silence, Paris: Nouvelle Revue Française. Gallimard, 1951 (Museum without walls. trsl. S. Gilbert & F. Price, London: Secker & Warburg, 1967).

[6] Olhagaray, Néstor. “Lo digital, urgencia de una política” artículo en Revista Ojo de Buey Nº 12, año 2004.

[7] Borriaud, Nicolas. Post producción, La cultura como escenario, modos en que el arte reprograma el mundo contemporáneo. Editorial Adriana Hidalgo. Buenos Aires, Argentina 2004.

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