domingo, 6 de diciembre de 2009

LA VITRINA, EL LABORATORIO, LA BIBLIOTECA Y LA RED DE LA EXPERIENCIA

Paulina Varas Alarcón


Mi intención en este trabajo es explorar una práctica de escritura que se apoya en el desplazamiento constante y conciente de la propia posición, la propia mirada, en tener en mente más de un abordaje de las cosas, una práctica de escritura ambulante, que no se incluiría dentro del género de los diarios de viajes ni de los relatos de fronteras, sino dentro de un género abierto a la complejidad multidimensional de las distintas situaciones. Se trata de saber que las cosas se me escapan, que no podré captar “toda la situación”, pero que, al explorar uno de sus aspectos, haré una contribución al conocimiento. Esta práctica, que se fue consolidando lentamente a través de los años, fue posible en mí por haber crecido en un lugar que “no importaba”, poblado por personas que no “importaban”. Desde esta posición de “irrelevancia” es que elijo hablar.[1]

Me preguntaba que significa hablar desde Valparaíso. Porque hay algo más en esta ciudad que se manifiesta como una posición de cierta irrelevancia con sentido. Y es aquella que Francoise Vergès anuncia en estas palabras que anteceden mi texto. Una especie de biografía que determina el lugar y el posicionamiento discursivo, más allá de tópicos comunes referidos sólo a localizaciones geográficas. La idea ahora es situarse en este contexto determinado por su localización y la experiencia subjetiva junto a sus condiciones de inclusión y exclusión de las historias -y a partir de diversos modos de producción dialógica- conformar distintos sentidos poéticos y políticos a nuestras prácticas que no escapan a un espacio biográfico, herederas de una historia compleja, que a la vez sobrevive a las adversidades del tiempo que relacionan desplazamientos y experiencias.

El espacio biográfico se refiere además de las prácticas que modelan nuestra historia a aquellos intereses políticos que están presentes en las relaciones dentro del contexto artístico, aquellas actividades que presentan cierta diferencia necesaria para nuestro espacio común. Por ello la identificación de escenas que mantienen su fortaleza en sus organizaciones internas y en sus lógicas de funcionamiento autónomo, presentan una posibilidad de disenso sobre las macro políticas que las contienen. Creo que cada espacio de independencia apela a su cuota de identificación en un escenario que contiene una trama de relaciones mucho más compleja que sólo referidas al campo del arte, ya que se sitúan sobre un sistema que los acoge y rechaza a la vez.

Cuando me refiero a espacios independientes estoy pensando en una serie de debates que se han realizado en ciudades de América del Sur, sobre las formas de trabajo en el linde de las instituciones artísticas. La cuestión sería preguntarse ¿independientes de qué? ¿Qué tipo de relacionalidad se pone en marcha? y ¿cómo ésta se activa? Sin elaborar una respuesta acabada sobre esta cuestión, por lo pronto, estableceré algunos puntos de este debate que, como interrogantes, adelantan por lo menos una cierta panorámica del contexto -ya no panóptica- en la cual estos espacios independientes se mueven a modo de espacios otros. Si aceptamos que nuestro momento contemporáneo, estaría determinado por la hegemonía del capitalismo financiero, tendríamos que aceptar que sin poder económico ni político, no hay forma de desarrollar nada o casi nada. Esto es así bajo el entendido que no se está dispuesto a aceptar las condiciones que esos poderes establecen para la interlocución, hoy expresados sobre la economía del signo, la liquidez de la memoria y el interés sobre una tasa de retorno que devalúa la identidad y nuestra propia experiencia, ya sometida a la especulación de un paradigma concesionado. Entonces ¿sobre qué campo de inversión se ubicaría la experiencia? Recordando a Claire Bishop[2] me pregunto ¿cual es la cualidad de nuestra experiencia biográfica situada en un lugar determinado que nos hace hablar? y ¿cómo podemos reconocer una interlocución en medio de la revisión de nuestra propia visión expandida y de nuestra actividad creativa?

A partir de una serie de estrategias de revisión del contexto artístico que se enuncia y construye desde Valparaíso, intentaré situar algunas de las ideas que presento. Se trata de perfilar un territorio que no escapa a su propia dificultad de identificación, a partir de situaciones sólo enmarcadas en un contexto artístico, ya que la historia sobre la que se sitúan estos proyectos, requiere una mayor profundización contextual. Por ahora pretendo desdibujar algunas prácticas, proponer una mirada específica sobre estrategias de visibilización, que se basan en una necesidad imperiosa de construir un lugar donde el discurso de sitúe críticamente sobre las diferencias individuales y colectivas.

LA VITRINA

Abierta durante 24 horas al día la Galería h10 de Valparaíso estaba dirigida por los artistas Pedro Sepúlveda y Vanesa Vásquez y funcionó en Valparaíso desde enero del 2003 hasta enero de 2009[3]. Ubicada en una pequeña vitrina de la oficina de taxis del cerro alegre de Valparaíso la Galería define su acción desde la nominación de su propio espacio: h10 es el nombre por el cual se reconocía hasta hace algunos años, el tamaño standard del block de dibujo escolar en la clase de artes plásticas. El formato h10, es la metáfora ocupada para señalar un espacio de circulación autónomo, exclusivo y acotado a las artes visuales contemporáneas, desplazando este formato a la visibilidad pública de una pequeña vitrina en el centro de Valparaíso. Esta galería-vitrina de aproximadamente un metro cúbico representó por mucho tiempo un espacio de resistencia a las políticas culturales oficiales que promueven la cultura del evento/espectáculo para capturar público que consuma los programas culturales. La galería no sólo dió cuenta de un espacio destinado a las artes visuales si no que visibilizó por más de siete años, una insistente manifestación y resistencia sobre la precarizada condición de las políticas culturales locales en relación a las artes visuales y sus vinculaciones con lo público más allá de la cuota de espectacularización En el carenciado espacio de circulación porteño determinado por las instituciones universitarias y puntuales esfuerzos de particulares, h10 se instala como un lugar autogestionado por una artista para los artistas. Un espacio tanto hiperexpuesto como hipercontenido que se potencia en el valor de esa dicotomía. h10 construye una lógica de funcionamiento que dialoga con la mirada anónima del transeúnte en la ciudad, apostando a la opacidad pública en la fortaleza visual de la exhibición 24 hrs., en la ausencia de la inauguración para las relaciones públicas y en la persistencia de restringidos 20 días de muestra. La h-10 se caracterizaba por ser una galería sin inauguraciones que funcionaba con un pequeño presupuesto, sin embargo expusieron en dicho lugar más de una centena de artistas chilenos y extranjeros convirtiéndose en un referente de la ciudad sobre la producción local de artes visuales. Si la clase de artes plásticas se concentraba en desarrollar la creatividad e imaginación en un tamaño tipo, “la h10” concentra todo el poder de las artes visuales contemporáneas en una vitrina.[4] La experiencia que expone este proyecto, trata de resituar las relaciones entre una iniciativa artística que dialoga con lo público, desde una posición dialógica tanto por su localización como por sus objetivos políticos.

EL LABORATORIO

Espacio G es un proyecto definido como “laboratorio de arte y reflexión social contemporánea” que los artistas Mauricio Román y Jocelyn Muñoz[5] desarrollan desde el año 2003 con una serie de iniciativas que vinculan arte y espacio social Espacio G, ante todo, es un espacio de vida, vivienda ocupada para la construcción de un laboratorio de arte y reflexión social contemporánea; en este lugar, se intenta devolver a las artes y los gestos aledaños, ese conocimiento y posibilidad de asumir las criticas de la representación, en favor de un uso discutido de los modos de hacer en lo social[6]. En este espacio se han generado innumerables encuentros con artistas visuales y sonoros además de una audiencia diversa que busca un lugar donde depositar prácticas que no tienen lugar en los escenarios artísticos convencionales. Desde una posición de búsqueda experimental constante, los diversos talleres y exposiciones que se han presentado en G han intentado conformar una estrategia de visibilidad que dialoga con el entorno donde están ubicados.

Desde esta perspectiva es que durante 2008 y 2009 espacio G junto a “Revista Plus” de Concepción y “Galería Traffic” de Santiago, desarrollan un proyecto denominado Laboratorio No que se propone articular una serie de actividades de reflexión estética y social tramando nuevas formas de asociación entre ellos y con otros espacios colaboradores[7]. Se trata entonces de un ejercicio de práctica artística donde las nociones de colaboración y reflexión crítica sobre la cotidianeidad que se ha originado en el interés de los convocados sobre la noción de laboratorio neoliberal que se aplica al contexto chileno de los ochenta bajo la dictadura militar Lo que buscamos es una zona de intercambios, de tacto y de acción, que deconstruya, enfrentando con seriedad y humor, ironía y crítica la operación y montaje que ubica a $hile como el gran campo de pruebas del laboratorio neoliberal en Latinoamérica; estableciendo giros y resistencias a esta condición, habitando este proyecto desde las redes de trabajo y sus distintas experiencias y procesos. Es sobre esta práctica de revisión de la memoria como un activo fundamental de nuestra vida política y cultural actual, que este proyecto se sitúa como un ejemplo de formas de colaboración que sitúan su sentido sobre la invisibilidad y conveniencia de la articulación de sus deseos. La necesidad y emergencia de nuevas formas de colaboración que visibilicen finalmente alternativas de acción en un escenario marcado por aquella memoria que levantan, pero que es muy compleja de identificar sólo a partir de los dispositivos artísticos.

LA BIBLIOTECA

Sobre la necesidad de contar con un lugar de registros documentales que esté especializado en artes visuales, es que surge a principios de 2009 como iniciativa de un grupo de jóvenes artistas de Valparaíso una biblioteca de artes visuales, poesía y teoría, denominado INDICE, y que definen de la siguiente manera es una biblioteca comunitaria especializada en arte, que funciona como centro de documentación e investigación de las distintas prácticas artísticas con el objetivo de difundir y promover el conocimiento en torno a las artes, preservar, clasificar y documentar las manifestaciones artísticas en sus distintos soportes. En este lugar es posible encontrar una serie de libros y ediciones que usualmente no se encuentran en bibliotecas universitarias ni municipales, además que han sucedido una serie de encuentros y conversaciones con una serie de artistas y curadores que van activando la misma necesidad de contar con este espacio de congregación no sólo de saberes si no que de diversas experiencias. Esta iniciativa permite preguntarnos sobre la necesidad o pertinencia de la conservación y archivación de nuestras prácticas, que se densifican cuando pensamos que la misma acción de conservar-archivar necesita ser reactivada por acciones que están depositadas en la movilidad y flexibilidad que el conocimiento permite, cuando nos enfrentamos a la vulnerabilidad de nuestros espacios y la fortaleza que pueden adquirir nuestros discursos localizados y situados en un lugar determinado por su misma necesidad de origen.

El problema de la biblioteca no es solamente la conservación de su colección de documentos, si no que cómo se articula políticamente su index que en lógica fotográfica sería aquel signo que se relaciona directamente con su referente y lo tensiona desde su representación. Establece una dualidad en esa estructura dialógica, por un lado existe el espacio de representación y por otro la representación del espacio. Es así como más que una metáfora de la necesidad imperiosa de representar aquella pérdida física del objeto real, se trata de identificar y explorar críticamente el lugar de localización de lo que se representa, aquel sitio donde se identifica una necesidad de nuevos referentes críticos y la disidencia sobre las memorias que queremos conservar y reactivar.

Finalmente la pregunta que surge sobre cual es la representación del index que permite tensionar las memorias que conservan y reactivan lo íntimo y lo colectivo, se ubican en aquella biografía que construye nuestro paisaje común.

LA RED DE LA EXPERIENCIA

¿Es posible movilizar y distribuir la experiencia? ¿Registrar su energía en las formas de producción simbólica contemporáneas? ¿Como se modifica esto en los espacios locales? El cruce entre las políticas de las poéticas, que expresan la continuidad del espacio y el tiempo, se vuelven hacia la biografía de nuestro paisaje, generando una interferencia crítica y colectiva.

A partir de experiencias asociativas, colaborativas, relacionales, organizacionales y de traducción, conformamos una plataforma de trabajo en una ciudad que no es capital. Esta situación es determinante ya que se relaciona con el destino de los recursos económicos y la voluntad política sobre ciudades no capitales en relación a sus especificidades locales. Pensamos desde un comienzo que desarrollar este proyecto se iba a transformar en una toma de posición discursiva y política sobre las formas de trabajo en lugares menos comunes, pero que también desde la mirada externa, siempre comprendía una cierta cuota de exotismo.

El carácter productivo que determina la construcción de esta toma de posición, se instala como una presencia diferida, un desplazamiento de las prácticas culturales sobre esa construcción de lugar. En el caso de nuestra experiencia de trabajo en la ciudad de Valparaíso, la noción de experiencia y autogestión se redefine en relación al contexto urbano y humano. Hay una serie de cuestiones que me gustaría enunciar, analizar y profundizar, sobre las modificaciones de las ciudades y los efectos que producen en el entramado social, pero sé que sería extenso, con múltiples factores y voces que se entrelazan, configurando otro contexto. No pretendo hacer una apología de la ciudad contemporánea, ni representar un país ni menos una ciudad, que ya cuenta con fuertes identidades que pueden autorepresentarse en los escenarios donde se están transando los futuros de las formas de vida. Sólo quiero brevemente, dar mi punto de vista sobre mi experiencia de trabajo y de cómo estas ideas que he enunciado, en la situación de la ciudad donde se emplaza el Centro de Residencias para Artistas Contemporáneos (CRAC) que co-dirijo, adquiere especificidades que implican al arte, como una experiencia pública y que claramente redefine los mismo conceptos que hemos estado trabajando, pero justo en esa cuota que potencia su capital crítico, y la posibilidad en que se traduzca en objetivos comunes, intereses colectivos y experiencias múltiples, heterogéneas que nos permiten repensar nuestro lugar desde el sur desde donde el discurso emerge ya no como emergencia sino como parte de una deriva que involucraría la propiedad en base a la intervención a modo de participación.

CRAC es un espacio de producción que conecta una serie de redes locales, nacionales e internacionales, que prioriza la vinculación con ciudades no capitales de Latinoamérica, además de conectarnos con otros proyectos de ciudades capitales o no, de otras partes del mundo. Nuestras redes de trabajo se basan en la colaboración con personas, colectivos, espacios de arte independientes e instituciones de manera que podemos dar sentido a un proyecto de arte independiente, que cuenta con estrategias de sostenibilidad económica y conceptual. Nuestra experiencia de trabajo en el contexto nacional, nos ha llevado a identificar una serie de agentes en ciudades distintas a Santiago, tanto en el sur como en el norte de Chile, y que muchas veces son omitidas de las redes tradicionales del arte nacional. Por esta razón es de nuestro interés mantener contacto con diversos productores visuales que mantengan proyectos fuera de la Capital, y que trabajen por construir alternativas de producción y gestión, en un país que centraliza la mayoría de sus gestiones económicas, culturales y macro políticas.

CRAC forma parte de la Red Iberoamericana de Residencias Independientes y que congrega a una veintena de espacios de arte independientes de España, Inglaterra y Latinoamérica. Aunque hay que señalar que esta Red se compone de otras redes más pequeñas que colaboran entre sí para dar sostenibilidad de recursos humanos y económicos para los diversos proyectos que se llevan adelante.

La red se compone de espacios de arte independientes -la mayoría de administración autónoma- y que funcionan de manera autogestionada en cuanto a los recursos económicos que permiten llevar adelante sus diversos proyectos. Donde además se pueden identificar formas de producción y conocimiento que vinculan muchas maneras de entender la gestión, autogestión y economía de sustentabilidad cultural de estos espacios.

Algunas de las problemáticas que nos planteamos frente a este tipo de producción independiente, tiene que ver con las claves que permiten confrontar la gestión y autogestión frente a escenarios culturales complejos y diversos en cuanto a la gestión de recursos económicos, sobre todo cuando pensamos en ciudades (provincias) donde se destinan menos recursos culturales por una serie de decisiones macro políticas que muchas veces obliteran los contextos culturales locales.

Por ello vemos que una real alternativa cultural, económica y política de sostenibilidad construye una opción conceptual y crítica basada en la conformación de redes internacionales, donde se cuestione la misma idea de red, en el sentido de un sistema del todo organizado y coherente con objetivos fijados con anterioridad. Nosotros creemos que la misma noción de red puede modificarse al ser implantada en distintos contextos culturales, donde lo especifico de cada lugar -y lo especifico de cada conexión, sistema o estructura de red- pueda ser administrada, redefinida y re dibujada por los propios actores culturales y sociales que las construyen.

A mi modo de ver, es posible pensar en múltiples redes de la experiencia, un sinfín de relaciones que van conformando aquello que hace sentido cuando el trabajo se torna colectivo y con intereses comunes y diversos. Hay también una necesidad de re-pensar el propio lugar de producción, en base a los deseos y las experiencias diarias, incluso sobre nuestras propias diferencias productivas. Es allí donde sitúo las experiencias de trabajo que hemos tenido con los proyectos locales que he mencionado. Las líneas de acción conceptual que han desarrollado H-10, Espacio G e INDICE, ha sido un ida y vuelta de experiencias con CRAC, visibilizando un escenario que necesita de fuertes inversiones conceptuales y de una política sistematizada sobre las redes de colaboración independientes.

Francoise Vergés se ha preguntado sobre la discursividad desde un lugar irrelevante, tanto para el relato oficial como para la revisión de relatos antagónicos. Confronta aquella memoria histórica con el registro de lo cotidiano que deja ciertas marcas en nuestra experiencia, Se trata de transformar la pertenencia a una comunidad que no “importaba” antes ni “importa” ahora, en una fuente de conocimiento[8]. Y es que el poder de transformación no depende solamente de estrategias de poder relacionadas con las decisiones macro políticas, si no que con aquella cuota de resistencia necesaria, que no elige lo que representa si no que se transforma en pura exterioridad desplegada, una intimidad inútil, dividida en formatos y géneros que expone y re-escribe un lugar sujeto a la representación de ella misma.

Notas
[1] VERGÉS, Francoise “Deambular y escribir” en: ARFUCH, Leonor (comp.) Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias Editorial Paidós, Buenos Aires, 2005, Pág. 212
[2] BISHOP, Claire “Antagonismo y Estética Relacional” en: Revista Otra Parte No 5, otoño de 2005.
[3] La galería h10 dejó de funcionar porque el lugar que ocupaba fue destinado por sus dueños a un local comercial que modificó el espacio para albergar una tienda de cigarrillos. Sus directores han decidido que la h10 ahora se convertiría en nuevas formas de visibilización de su trabajo desde las artes visuales, que involucra proyectos editoriales y expositivos.
[4] Texto extraído del formulario de postulación para exhibiciones de artistas, que entregaba la H10 a los interesados, hasta antes de su desaparición.
[5] Anteriormente formaron parte del proyecto Samuel Toro y Roxanna Alfaro.
6 En: www.espacio-g.cl
[7] Otros espacio que colaboran o han participado en Laboratorio No son: el colectivo Mutantes Clandestinos, Ratta Gallery, Galería Mediagua, el proyecto Lame y Temuco Visual Club. Más información en: www.laboratorio-no.org/
[8] VERGÉS, Francoise Op. Cit. Pág. 233

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