domingo, 6 de diciembre de 2009

En el aquí y el ahora de la práctica artística local

David Romero Torres

Si el término “arte contemporáneo” consigna no sólo el horizonte histórico de la vanguardia tardomoderna, sino que ante todo señala la experiencia del presente, del ahora, pues bien, ¿qué clase de procesos y articulaciones potencian el aquí y el ahora de la producción artística que se desarrolla en la ciudad de Concepción?

Me refiero a la identificación de ciertas zonas de criticidad que, artistas y colectivos artísticos de nuestra región, exploran e intervienen en orden a una serie de recursos. Esto se hace patente, por ejemplo, en el evidente vuelco de la práctica artística hacia el espacio urbano; en la preocupación por dotar al arte de una significación cultural o social, y no meramente “estética”; en la asociación transdisciplinar para llevar acabo propuestas, lo cual permite a los artistas establecer mediaciones productivas con otros agentes culturales o sociales; en la operación simultánea de prácticas y recursos antes claramente compartimentados: gráfica, fotografía, instalación, producción objetual, performance, etc. De este modo, es posible apreciar un flujo creciente de procedimientos que dotan a nuestro medio artístico de un carácter complejo, en alguna forma equivalente a la realidad de ciertos circuitos latinoamericanos. Pero entonces, ¿cómo es posible identificar el desarrollo de propuestas artísticas contemporáneas, cuando los procesos de modernización cultural han sido precarios o incompletos en nuestra región?

Básicamente, la pregunta apunta a evaluar las condiciones en que emerge un conjunto de propuestas al interior de un campo artístico que siempre acusó la falta de una trama institucional consistente (musealidad, circuito galerístico, medios de crítica, coleccionismo, etc.). Ahora bien, es preciso advertir que esta realidad “incompleta” es propia de toda escena artística latinoamericana, y se encuentra asociada a los particulares desajustes que arrastró el proceso modernizador en cada una de las regiones de America Latina. En este sentido, el acontecer de la producción artística contemporánea en la ciudad de Concepción puede ser analizado respecto a ese trasfondo que le es propio, pero no en función del vacío o la precariedad, sino por el contrario, en orden a las posibilidades que emergen cuando los artistas exploran otras vías de producción y valoración. De este modo, en relación al carácter particular de la producción artística contemporánea que acontece en nuestra región, podemos identificar la relación activa entre una serie de prácticas y las estrategias de autogestión que le son propias; en dicha articulación, se han instalado condiciones de posibilidad, vías alternativas de producción y valorización que es preciso cotejar.

Un aspecto interesante en esta coyuntura dice relación con la auto-organización de los productores visuales y la presencia de agrupaciones artísticas que conforman plataformas de trabajo colectivo. En dicho cruce se visibiliza la emergencia de un marco relacional de trabajo en donde se juega de forma más problemática el viejo principio de la autonomía artística; digamos, de forma más productiva, pues ¿cómo cotejar nuestra autonomía (individual, artística), si nunca la hemos sometido a un plano de vinculaciones en donde ésta se vea remecida y, en consecuencia, reafirmada? En tanto condición básica del accionar político del arte, la autonomía es siempre un margen de maniobra situado en la contingencia, se trabaja en la fricción y el intercambio constante, nunca obedece a un estado de pureza absoluta. De este modo, iniciativas y agrupaciones que fomentan la interacción entre pares y con el campo abierto del espacio social – como es posible apreciar en las acciones que desarrolla el colectivo penquista octava mesa de artes visuales[1], posibilitan nuevos territorios de significación para el arte y contribuyen al reconocimiento de la escena local en su carácter autónomamente articulado.

En lo que toca al diálogo con la administración cultural, esta autonomía colectiva puede materializarse en prácticas instituyentes que estén capacitadas para plantear pronunciamientos globales respecto de las políticas culturales de carácter público. De ese modo es posible sortear la nula incidencia de los productores visuales en estas instancias, y superar una discusión siempre remitida a defender parcelas individuales de “libertad creativa”. Todo esto no deja de comportar un problema complejo, pues, entre otras cosas, se trata contrarrestar el efecto de gubernamentalidad cultural que recae sobre zonas del campo artístico chileno, el cual dice relación con el asentamiento de lo que podríamos denominar como “síndrome de dependencia institucional”, es decir, escenas artísticas que acusan una debilidad de campo al estar en gran parte constreñidas al subsidio o aprobación de los recursos que cada año entrega el Fondart. Así entonces, este nuevo horizonte de relaciones artístico-institucionales – en el cual la autonomía aparece como índice prioritario, no es sino un desafío ante el cual también se medirá el nivel de complejidad de las prácticas y posiciones que forman parte de la escena local.

Siguiendo en el plano de las experimentaciones y los modos de hacer que atraviesan la práctica de artes visuales en la región, es posible advertir una participación más activa en las dinámicas de contacto que hoy movilizan al arte contemporáneo global, cuestión que involucra a su vez el debilitamiento de las retóricas identitarias de tono esencialista que hasta hace no mucho tiempo atrás dominaban las concepciones de producción y recepción estética. Y no podría ser de otro modo, si la creciente disposición de plataformas comunicativas ofrece a los artistas un circuito abierto de conocimiento y unos medios de interacción frente a los cuales ya no es posible reproducir el carácter retraído del territorio propio ni impedir el total acercamiento e interconexión con lo que ocurre en los extramuros de la cartografía local[2].

También, este grado de interacción se encuentra en línea con renovadas formas de proyectar el trabajo artístico hacia a su significación social y cultural. En este sentido, resulta interesante observar la emergencia de prácticas cuyo margen de acción no se constriñe a los espacios de exhibición y recepción convencionales, transformando a la ciudad en “vector de permanencia” para una diversidad de procedimientos simbólicos que remueven críticamente el modo en que vivenciamos cotidianamente el espacio público. Así entonces, el carácter público y contextualizado del arte – y con esto me refiero a un espectro amplio, cruzado por la praxis social, la ciudad, los imaginarios populares, etc. – se presenta como un ámbito que ha sabido ser problematizado activamente por un conjunto importante de artistas en la región, forzando a su vez la apropiación de medios en donde la práctica artística es posible de ser reconocida y valorada. Todo ello generando marcos, situaciones, al interior de los cuales la experimentación simbólica permite generar planos de significación que en algún grado tensan las formas de encuentro establecidas, haciendo factibles nuevas formas de socialización y subjetivación.

Todo esto lo menciono solamente a la manera de un índice que precisa ser abordado con mayor complejidad, y más aún cuando, por ejemplo, el periodismo cultural de nuestra región acusa una sostenida incapacidad para identificar y cotejar los niveles de significación que le caben a la serie de procedimientos inscritos en la dinámica antes mencionada. Lo anterior nos lleva, en último término, al rol que juegan las iniciativas editoriales orientadas a producir y difundir conocimiento en torno las manifestaciones artísticas contemporáneas; Revista Plus es una de las publicaciones locales que apunta en esta dirección, con particular interés en aquellos procesos de articulación e intercambio que se proponen subvertir la pauta hegemónica del sistema artístico actual; por otro lado se encuentra Animita: edición de artes visuales, publicación que desde la experimentación gráfica y últimamente incorporando ensayos escritos, presenta, en palabras del editor Carlos Valle, “una lectura de arte contemporáneo basado en la problemática de circulación de obra”.[3]

Con todo, y para finalizar el planteamiento de las problemáticas aquí esbozadas, creo que igualmente se hace necesario potenciar el ejercicio crítico como herramienta de análisis y valorización del arte contemporáneo local; en ese plano, iniciativas editoriales u otros soportes de escritura aportan a la composición de una esfera pública del arte que se renueva activamente en el disenso y en el debate abierto, saltando las convenciones que aún hablan del fenómeno artístico como una esfera idealizada y separada de su significación política, social y cultural. Tomar la palabra, darle curso a la acción, pasa entonces por la puesta en función de soportes que hagan circular y transferir el debate y el diálogo. Contra toda concepción idealista del trabajo cultural, la puesta en juego de estas plataformas reflexivas debe procurar un dialogo transversal de definiciones en donde la interpelación mutua propicie la anudación de una masa crítica consistente; debe, en definitiva, articularse en relación con una trama múltiple de prácticas y focos discursivos.
Notas

[1] http://octava-mesaartesvisuales.blogspot.com/
[2] Una iniciativa local en actual desarrollo y que apunta en esta dirección es el proyecto “TLC. Tráfico Latinoamericano Concepción”, una plataforma web dispuesta para generar intercambios y contactos entre artistas, organizaciones e iniciativas vinculadas a la práctica artística contemporánea en Latinoamérica. Para mayor información sobre el proyecto visitar el sitio: www.proyectotrafico.org
[3] Cabe mencionar también, como evento editorial aglutinador de discursividades locales, la publicación de Tráfico Doméstico. Arte y pensamiento (2008), proyecto editado por Marcelo Sánchez Rojel y que recoge reflexiones contenidas en un seminario de carácter interdisciplinar. También Revista Mocha, publicación que ofrece una reflexión ampliada a la diversidad de manifestaciones culturales que se desarrollan en la región.

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