domingo, 25 de mayo de 2008

Registro Imprudente

Un anuncio en el espacio de los posibles [1]

por Fabián Espinoza A.

En un teatro se congregan aspirantes a actor y a actriz. Una vez instalados en sus butacas son informados que nunca tendrán una audición para formar parte del elenco principal, que dicha convocatoria ha sido solo una suposición o un malentendido, y que el director, los asistentes y actores del elenco han decidido que solo formarán parte quienes han trabajado allí desde la construcción del teatro y los descendientes de estos ( es una medida razonable, si ellos han construido el teatro, el espacio y el escenario son suyos y pueden hacer ahí lo que quieran).

Algunos aspirantes indignados, manifiestan su resentimiento, pifian insultan y descalifican a la compañía, pero ellos, indiferentes no les prestan atención y retoman sus labores afinando los últimos detalles para dar su función en breve.

Otros permanecen sentados esperando quizás ser invitados a formar parte de la compañía en compensación a su actitud respetuosa.

Solo unos pocos aspirantes entienden la decisión, no pierden su tiempo ni se enfadan, salen del teatro en busca de otras oportunidades.

Este relato sirve para graficar lo que ocurre a grandes rasgos en las artes visuales en Chile actualmente. La situación de los artistas ante la visibilidad e inserción de su obra. Dicha situación recibe el nombre de inscripción.

Aproximándose a una definición de este conflictivo concepto, se podría denominar inscripción al sistema de validación e inserción de un artista dentro de una escena.

Bien particular resulta esta escena del arte que comienza a perfilarse en el país a mediados de los ’90. Si es que –en primer lugar– existe tal escena única. Además, no es muy nacional, sino de Santiago. Se gesta en escuelas de arte universitarias que proliferan principalmente aquí como fenómeno afín, y de donde egresan artistas con ciertas retóricas comunes y temas similares, que tienen referentes cercanos, y que suelen trabajar con teóricos también locales. Generalmente los mismos. Pese a que se funda una institucionalidad que llega a fortalecer las prácticas jóvenes, las obras se concentran principalmente en algunas salas, galerías y museos de la capital. El sistema de validación implica tanto el aporte de curatorías como de teóricos que –obviamente– reúnen a artistas de su particular interés.[2]

De lo anterior se extraen dos ideas importantes; la primera, explícita, señala a Santiago como el lugar en el que sucede la inscripción, nada nuevo. Y la segunda, mas implícita señala que la inscripción es un sistema que funciona gracias al trabajo en conjunto entre teóricos, artistas, y administradores de espacios, es decir, un trabajo realizado por ellos y para ellos. La inscripción es un sistema que funciona con una lógica específica[3] que se debe comprender para no sobreestimarlo ni repudiarlo, como suele suceder sobre todo a nivel regional, donde la inscripción se desvirtúa. El conflicto y la connotación centralista obedecen más bien a la concentración de espacios y al apoyo estatal y privado que tuvo y ha tenido la escena capitalina para construirse. Pero volviendo y centrándose en la relectura a la inscripción, se puede redefinir como un sistema de validación e inserción de un artista dentro de una escena específica que lo ha formado.

Si la tarea de mantener y dinamizar la escena principal la han realizado en la capital, ¿en qué posición se encuentra el artista formado en provincia, precisamente en Concepción y que aspira a inscribirse? (Cabe señalar que no se puede hablar aún de inscripción en Concepción dado su estado de escena en formación).

Sería este un artista imprudente e ingenuo si cree que logrará visibilidad y validación en la escena capitalina produciendo desde acá. Tampoco están inscritos aquellos que han sido invitados a Bienales u otras instancias expositivas de relevancia, pues la mayoría de las veces han sido invitados, no por que sea necesaria su participación en dicha escena, sino porque el estado al fiscalizar que su política cultural se cumpla, exige descentralizar.

Se ha demostrado que las regiones son omitidas e innecesarias en dicha escena, y con justo derecho si son los dueños de casa quienes la mantienen, al generar escritura, espacio e instancias de circulación e inscripción, decidiendo a quien sumar.

Se genera en la producción local (regional) una sensación cercana a la angustia y a la comodidad, como esperando ser alojados en una casa (escena) de desconocidos, y la ansiedad de la “posible imposibilidad” de acceder a ella.

El diagnóstico resulta desalentador, la palabra inscripción genera conflictos y divisiones entre quienes la pretenden, por que su poderío es avasallador en cuanto se ha planteado como la única vía. Y es así como muchos artistas de la región se siguen estrellando en contra de esta palabra (innombrable y perturbadora), límite infranqueable que hace que sus mejores esfuerzos reboten y se devuelvan redireccionados a su lugar de origen en el mejor de los casos, o en otros simplemente sus esfuerzos se pulvericen y muchos de ellos desistan de su labor creativa.

Justamente en estos días se ha producido un gesto inaugural para la visibilidad de los artistas locales. La edición del libro El álbum de la flora imprudente[4] de Claudio Romo.

Gesto inaugural a la vez que posible solución al derrotero de la inscripción. Dicha solución radica en una acertada estrategia de circulación.

El origen de esta estrategia tiene su base en un extenso proceso anterior en el cual este grabador de Talcahuano desarrolló su obra, haciéndola visible mediante exposiciones y realizando en su taller ediciones de objetos gráficos y libros, encontrando con esto último una solución al invisible acopio de grabados.

Años después se encarga de ilustrar un cuento para niños: El Cuento De Los Contadores De Cuentos[5] de Nacer Khemir. Editado por el Fondo de Cultura Económica de México y distribuido en las bibliotecas de los colegios de dicho país, avanzando desde sus anteriores experiencias de autoedición a una edición industrial.

Fue así como construyó un respaldo, antecedentes que lo avalarían en Chile (contexto mas complicado que el extranjero al parecer) para proponer un formato de visibilidad poco explotado localmente; Libros de imágenes, en los cuales el autor realiza ejercicios gráfico-narrativos para proponer nuevas estructuras de libro. Doble complejidad, la de trabajar en un territorio poco explorado con la intención de modificarlo.

El autor ya no se encuentra en disputa por un espacio museal, sino que el desafío es que su compleja propuesta sea aceptada y logre asociarse con la industria editorial nacional, acción que le permitirá expandir la difusión de su propuesta emergiendo a la visibilidad masiva.

El libro ha sido editado generando un contexto que ya no depende exclusivamente de un solo lugar, es un contexto de visibilidad expansiva y accesible. El espacio museal o la galería son reemplazados por un objeto, el libro es el espacio expositivo.

Sigue existiendo una dependencia con la industria cultural, pero en este caso una dependencia que no toca al discurso, una dependencia que además es flexible por cuanto el público que adquiera el libro generará la demanda y así su expansión. El álbum de la flora imprudente es también una muestra de imprudencia y astucia, pues no se ha revelado en contra de los mecanismos de inscripción, sino más bien, ha emergido primero como un mecanismo de visibilidad en un ámbito paralelo, el editorial. Al editar su libro en la capital, ha ido en busca de las condiciones optimas de materialización de su obra, logra así visibilidad faltándole el respeto al protocolo de validación en las artes visuales pero toma de este sistema los elementos que le sirven.

Resulta difícil vaticinar efectos de este acierto en la escena capitalina. No ha sido el objetivo del autor desestabilizar el sistema de inscripción ni tampoco inscribirse, sino mas bien abrir una vía paralela de circulación que le permita dar mayor visibilidad a su discurso, un discurso que supuestamente tiene mucho en contra; no pertenece a ninguna tendencia dominante, sus imágenes son abyectas y de difícil clasificación y tampoco tienen una impronta regionalista. Pero estas adversidades son supuestas y se convierten en potencia en el momento en que emerge a la visibilidad emitiendo un valor distintivo[6].

El sistema de inscripción es un sistema entre varios, debe haber otros sistemas posibles que hagan aparecer nuevas obras exentas de los códigos inerciales de producción.

Independiente de que la obra editada no tenga reminiscencias regionalistas, es aquí en la región del Bío-Bío donde este hecho adquiere el carácter de gesto inaugural, pues abre una posibilidad y presenta una vía paralela a quienes la han buscado sin verla, cegados por la univocidad. Este libro es una obra que instala una toma de posición[7] en el campo de la producción local. Emerge desde un conflicto común, logra superar las determinaciones y salva a su autor de deshacerse en una trinchera opositora.

Los productores locales deberían olvidarse de la inscripción y generar nuevas estrategias de circulación. También se debería eliminar la angustia buscando un sinónimo de inscripción para buscar con más autenticidad una visibilidad a nivel nacional. Un sinónimo o equivalente de inscripción, mucho más conectado con la calidad artística.

La palabra registro podría funcionar en reemplazo de inscripción. Registrar tiene connotación de marca (marca registrada) alude a una identificación, valorando así lo heterogéneo y lo diferente. Registrar se refiere también a un nivel de intensidad que establece un umbral, exigiendo así una mayor calidad discursiva a los artistas, por sobre su adhesión a las estrategias visuales imperantes.

Serán importantes las reacciones locales, de seguro se modificarán las nociones heredadas y los lugares comunes a partir de la posibilidad que presenta el mercado editorial. La primera reacción debiera surgir desde la producción gráfica, un área supuestamente potente aunque poco visible, compuesta por estudiantes y egresados de una escuela de arte (UdeC) que imparte 10 semestres de dibujo y una completa formación en el oficio del grabado.

Romo fue como todos, un aspirante, pero uno de los que abandonaron la sala principal, buscando su oportunidad en otro lugar convirtiéndose en actor activo. Durante el tiempo que transcurrió su búsqueda, la función se repitió una y otra vez.

Antes de comenzar la función de hoy con el teatro lleno de nuevos y antiguos aspirantes, justo en el momento en que las luces de la sala comienzan a apagarse y todos dirigen su atención y su vista hacia delante, Claudio Romo aprovecha el instante para repartir su libro entre el público y se retira sigilosamente. Más de alguno se distraerá, se apagará la luz y los distraídos saldrán afuera a buscar la claridad necesaria para leerlo.


BIBLIOGRAFÍA

1.- BOURDIEU, Pierre. Las reglas del arte. Barcelona, Anagrama, 1995

LINKOGRAFÍA

1.- www.escaner.cl/especiales/chile_arte_extremo.pdf

2.- www.fce.com.ar/ar/libros/detalleslibro.asp?IDL=5520

3.- www.lom.cl

[1] BOURDIEU, Pierre. Las reglas del arte, Barcelona, Anagrama, 1995. Pág. 347

[2] LARA, Carolina. En: Chile arte extremo: nuevas tendencias en el cambio de siglo. Pág. 13. http://www.escaner.cl/especiales/chile_arte_extremo.pdf

[3] Ibídem 1. Pág. 344

[4] Editado por LOM, 1ª edición. Santiago, 2007.

[5] Editado por Fondo de Cultura Económica, 1ª edición. México, 2004.

[6] Ibídem 1. Pág. 350

[7] Ibídem 1. Pág. 355

1 comentario:

teletransportador dijo...

desde esa disminución de luces generales para que aparesca la escena,
me imagino el contar de los segundos, o ese tiempo inanimado de representación, cuando se distribuye la pre-ilusión.